ARGENTINA 2026

Estamos a fin de mes y me dispongo a pagar los servicios e impuestos, dolarizados desde hace dos años. Desde las privatizaciones hasta ahora, han aumentado un 10.000 por ciento, pero si no pago antes del vencimiento, en menos de dos horas me los cortarán gracias al nuevo algoritmo de interconexión digital.
Salgo a la calle rumbo al laburo, pero debo caminar varias cuadras dado que el colectivo ya no pasa por la parada de mi barrio. Desde que se suspendió la obra pública a pedido del FMI, las calles nunca fueron repavimentadas luego de la rotura de las cloacas y todo huele a mierda.
Si espero el autobús, que jamás pasa a horario dado que la empresa ha reducido los coches ante falta de subsidios, llegaré tarde al trabajo, motivo por el cual decido tomar un taxi. Ante mi seña, un Toyota despampanante baja la bandera de libre y abre su puerta trasera automáticamente para que suba.
Sonrío y pienso que desde que abrieron las importaciones y cerraron las automotrices nacionales, hasta los taxis son extranjeros y los decrépitos modelos nacionales que quedan se oxidan en los talleres de los barrios más humildes.
Al llegar al trabajo, un patovica me impide ingresar. Dice que fui declarado prescindible y debo considerarme despedido. En dos días me llegará el sueldo proporcional a los días del último mes trabajados y nada más, dado que las indemnizaciones por despidos fueron derogadas en los primeros 100 días del gobierno actual.
Intento buscar algún tipo de apoyo del gremio o de algún dirigente contrario al gobierno, pero por la salvaje persecución a la oposición ya no quedan ni funcionarios ni gremialistas que quieran enfrentar al inmenso aparato represor del nuevo Estado.
Derrotado, vuelvo a mi casa y activo la aplicación de “empleos ofrecidos”. La publicidad de YPF S.A., Aerolíneas Argentinas S.A., Gasoducto Néstor Kirchner S.A. y Litio Argentino S.A. ofreciendo trabajo precarizado me levanta el ánimo ya que, como se hablar bien el inglés, puedo conseguir empleo en cualquiera de esas empresas multinacionales.
Recuerdo con nostalgia un mar azul y una verde montaña que no volveré a ver por muchos años, dado que la reforma laboral eliminó las vacaciones pagas y extendió la edad jubilatoria hasta los 70 años. De yapa, los sueldos están congelados y la inflación no da respiro.
La culpa no es del gobierno, sino mía ya que debí acogerme a la nueva hipoteca inversa de mi casa, de manera tal de hubiese recibido un sueldo mensual hasta que, una vez fallecido, el banco se adueñaría de mi propiedad.
Un fuerte dolor en el pecho me recuerda que he dejado de tomar la medicación desde que los medicamentos aumentaron el 10.000 por ciento cuando dejaron de tener la cobertura de las obras sociales, y la prepaga a la que tengo acceso apenas cubre los analgésicos.
Desearía que, ante el infarto inminente, una ambulancia me asistiera, pero quedan sólo dos unidades coronarias para cubrir 1.000.000 de habitantes, en condiciones precarias por el achicamiento presupuestario del ministerio de Salud.
Muero y en pocos segundos estoy frente a una deidad omnipresente, a quien interpelo por el prematuro desenlace.
¡Oh, Señor! ¿Por qué me traes al Cielo siendo tan joven?
Te equivocas en dos conceptos al hacerme esa pregunta. En primer lugar, no fui yo sino tú mismo quien decidió con tu voto deteriorar tu calidad de vida y la de miles de argentinos en favor de las grandes corporaciones y el mercado.
En segundo lugar, como aún no has tomado conciencia del daño que has hecho con tu voto, creo que confundes el sitio en el que estás- dijo satanás.
Alejandro Lamaisón