ASÍ HABLABA FRIEDRICH NIETZSCHE

PARA NIETZSCHE, EL MÁS PODEROSO DE LOS SUPERHOMBRES ES EL NIÑO, QUIEN MIRA CON CURIOSIDAD AL MUNDO PARA DARLE NUEVOS VALORES.
ÍNDICE DEL ARTÍCULO
NIETZSCHE Y EL ETERNO RETORNO
Podía afirmarse que Friedrich Nietzsche ha sido uno de los filósofos más matizados y más inasibles de la filosofía occidental, motivo por el cual su obra ha estado sujeta a múltiples interpretaciones tanto del lado de quienes la critican cómo de quienes la admiran.
Fue además poeta, músico y filólogo y su obra ha ejercido una profunda influencia tanto en la historia como en la cultura de occidente.
Nietzsche afirma que el Superhombre considera al eterno retorno como algo positivo ya que ha sido capaz de crear una vida tan intensa que la posibilidad que esta pueda ser repetida infinitas veces le parece maravillosa. El postulado cumple dos funciones:
La primera es remarcar el amor a la vida. Los cristianos postulan un paraíso; Platón, el mundo de las ideas. Nietzsche dice que después está otra vez la tierra, el mundo: porque no hay nada más. La segunda cumple una función ética. Quien acepta el eterno retorno, se previene y acepta sus actos. Con el dolor que puedan contraer, con el placer que puedan conllevar: no hay lugar para el arrepentimiento.
Existen, según desarrolla Nietzsche en su célebre libro “Así hablaba Zaratustra”, un recorrido mediante el cual logramos la transmutación de todos los valores, el cual puede dividirse en tres transformaciones fundamentales del espíritu del ser humano: el camello, el león y el niño.
En su discurso, Zaratustra, nos devela el camino que debe atravesar el ser humano de forma metafórica para poder llegar a cambiar su antigua moral por nuevos valores propios. Debemos por lo tanto entender estas tres figuras como los momentos que atraviesa el espíritu del hombre en dicho camino.
LAS TRES TRANSFORMACIONES DE NIETZSCHE
Para Nietzsche, la primera figura que representa la esencia humana es la del camello. El espíritu se encuentra introducido en la moral tradicional, la cristiana. Es servicial, sigue las normas morales y los modelos que le han impuestos. Y asume la humillación como valor, igual que la dedicación a los demás; por ello Nietzsche le asigna el nombre de camello a aquel que se arrodilla para llevar las cargas. Es el espíritu de carga que se somete a los valores cristianos y tradicionales.
El león es descrito como el espíritu que se enfrenta a la moral tradicional. Nietzsche figura este enfrentamiento entre el león y el dragón. El león pretende alcanzar su libertad manifestando el “yo quiero”, mientras que el dragón representa los anteriores valores manifestando el “tú debes”, imponiendo así entre la libertad y la determinación. El león es el espíritu desafiante que intenta destruir al camello y vencer al dragón. Esto es muy importante para adquirir nuevos valores.
Al alcanzar la libertad, el león se convierte en niño. Esta figura representa la tercera transformación del espíritu de Nietzsche. En ella se encuentra la mejor posibilidad para creación de nuevos valores. El niño empieza a jugar, en este juego se necesita poder decir sí, es decir, crear esos nuevos valores para conquistar su nueva forma de ver el mundo. El niño ve al mundo con curiosidad ya que tiene un punto de vista fresco, nuevo, que adquiere mediante su nueva voluntad al no quedar nada de las figuras anteriores, el camello y el león.
El niño es el espíritu creativo con el que acaba el recorrido del camino hacia la transformación de los valores y dará paso al “Übermensch” o el “superhombre”.
SEGÚN NIETZSCHE, EL NIÑO ES EL SUPERHOMBRE
Nietzsche considera que el ser humano (Mensch) es un ser incompleto, apenas un puente entre el simio y el Übermensch. El hombre es, por tanto, algo que debe ser saltado, superado.
El Übermensch es aquel ser que tiene una moral de nobles y acepta la voluntad de poder, un niño que crea sus propias normas, morales y de todo tipo, además de someter las cosas a su voluntad, un ser vital que ama la vida y este mundo haciendo estallar todas las barreras de la timidez intelectual y del prejuicio.
Además, es un sabio que acepta el eterno retorno, pues cuando toma una decisión realmente la quiere tomar, y no se arrepiente de sus actos. Sabe que la vida es en parte dolor y en parte placer, pero no reniega de ello.
Quizá, si aprendemos a mirar el mundo con ojos de niño nos llevaríamos la sorpresa que la única posibilidad que le queda a este planeta de no colapsar es que todos los seres humanos empecemos a jugar, a crear y a disfrutar de la inocencia arrebatada por falsos prejuicios morales cuya finalidad ha sido el sometimiento, la explotación y la expiación esclavizantes.
Alejandro Lamaisón