CON VACUNAR NO BASTA

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MIENTRAS EXISTA LA VULNERABILIDAD SOCIAL NO HABRÁ VACUNA QUE ALCANCE.

Vulnerabilidad social y pandemia

RAMONA MEDINA, REFERENTE SOCIAL DE LA VILLA 31 Y VÍCTIMA DEL COVID 19

UN ESPEJO QUE ADELANTA

La mayoría de los países del mundo que abrieron su economía de manera similar al período pre- pandémico debieron volver atrás dada la virulencia del rebrote de Covid 19.

Mientras que muchos países en Europa están volviendo a restringir actividades sociales y ordenando cuarentenas después de registrar un número récord de casos, nuestro país se prepara para abrir los teatros, el turismo y dar comienzo a las clases presenciales.

Teniendo en cuenta que los países centrales son el espejo de lo que nos pasará en el futuro, de no haber en el próximo semestre una vacunación masiva, sea del laboratorio que sea, Argentina tendrá un rebrote devastador el año próximo.

De todas maneras, muchos científicos opinan que aún con la vacuna colocada en forma masiva, esta estrategia resultaría limitada para detener el avance del coronavirus.

«Todas nuestras intervenciones se han centrado en cortar las vías de transmisión viral, para controlar la propagación del patógeno», escribió recientemente en un editorial Richard Horton, editor jefe de la prestigiosa revista científica The Lancet, pero reconoció que «Todas estas medidas fueron necesarias, pero no suficientes”.

PANDEMIA O SINDEMIA

El propio Horton explica que el SARS-CoV-2, que provoca el coronavirus, trabaja también en un contexto social; es decir, que las zonas desprotegidas, vulnerables o con un alto índice de pobreza y que no pueden cumplir con los protocolos de sanidad serán mucho más propensas a la enfermedad.

Y estos dos elementos interactúan en un contexto social y ambiental caracterizado por una profunda inequidad social.

Estas condiciones, argumenta Horton, exacerban el impacto de estas enfermedades y por ello debemos considerar al covid-19 no como una pandemia, sino como una sindemia.

¿QUE ES UNA SINDEMIA?

En definición, una ‘sindemia’ es la conjunción de dos o más brotes de enfermedades concurrentes en una población con interacciones biológicas.

Fue definida así por primera vez en los años 90 por el antropólogo y médico norteamericano Merrill Singer: «Dos o más enfermedades que interactúan de tal forma que causan un daño mayor que la mera suma de estas dos enfermedades».

El impacto de esta interacción está además facilitado por condiciones sociales y ambientales que juntan de alguna manera a estas dos enfermedades o hacen que la población sea más vulnerable a su impacto. La interacción con el aspecto social es lo que hace que no se trate sencillamente de una comorbilidad.

El concepto surgió cuando el científico y sus colegas investigaban el uso de drogas en comunidades de bajos ingresos en EE.UU., hace más de dos décadas.

Descubrieron que muchos de quienes se inyectaban drogas sufrían de una cantidad de otras enfermedades (tuberculosis, enfermedades de transmisión sexual, entre otras), y los investigadores se empezaron a preguntar cómo éstas coexistían en el cuerpo, y concluyeron que, en algunos casos, la combinación amplificaba el daño.

LA VACUNA SOLA NO BASTA

«El mundo está tratando los síntomas de la pandemia, pero no las causas»

En el caso del covid-19, «vemos cómo interactúa con una variedad de condiciones preexistentes (diabetes, cáncer, problemas cardíacos y muchos otros factores), y vemos un índice desproporcionado de resultados adversos en comunidades empobrecidas, de bajos ingresos y minorías étnicas», explica el especialista.

Son las poblaciones afectadas por la inseguridad alimentaria, el cambio climático y condiciones de vivienda que dificultan cumplir con las recomendaciones sanitarias como lavarse las manos o mantener la distancia social.

¿Pero no es este el el caso de la mayoría de enfermedades? ¿No tienen la mayoría de las veces un impacto mayor en los grupos con menos acceso a salud, alimentación, educación e higiene? ¿No se potencian casi siempre cuando se combinan con otra o con una condición médica de base?

En cuanto a la interacción biológica, no es necesariamente siempre así, destaca el científico.

Hay evidencia creciente de que la influenza y el resfriado común son contrasindémicos. Es decir: la situación no empeora. Si una persona está infectada con los dos (virus), una (de las enfermedades) no se desarrolla».

Y en cuanto al aspecto social, el elemento clave en el caso de una sindemia es que añade la interacción de las enfermedades.

CAMBIO DE ESTRATEGIA

Analizar la situación a través de la lente de la sindemia, permitiría pasar de la aproximación de la epidemiología clásica sobre el riesgo de transmisión, a una visión de la persona en su contexto social.

Es una postura compartida por muchos científicos que creen que para frenar el avance y el impacto del coronavirus es crucial poner atención a las condiciones sociales que hacen que ciertos grupos sean más vulnerables a la enfermedad.

«Si realmente queremos acabar con esta pandemia cuyos efectos han sido devastadores en la gente, en la salud, en la economía, o con futuras pandemias de enfermedades infecciosas (hemos visto venir una detrás de otra con cada vez mayor frecuencia: sida, ébola, SARS, zika y ahora covid-19), la lección es que tenemos que abordar las condiciones subyacentes que hacen posible una sindemia», opina Singer.

UNA RESPONSABILIDAD INELUDIBLE

«Tenemos que abordar los factores estructurales que hacen que a los pobres les resulte más difícil acceder a la salud o a una dieta adecuada», agrega.

«El riesgo de no hacerlo es enfrentarnos con otra pandemia como la de covid-19 en el tiempo que tome que una enfermedad existente se escape del mundo animal y pase a los humanos, como ha sido el caso del ébola y el zika, y que continuará ocurriendo a medida que sigamos invadiendo el espacio de las especies salvajes, o a raíz del cambio climático y la deforestación».

El editor de The Lancet Richard Horton es axiomático en este aspecto: «No importa cuán efectivo sea un tratamiento o cuán protectora una vacuna, la búsqueda de una solución para el covid-19 puramente biomédica fracasará».

Y concluye: «A menos que los gobiernos diseñen políticas y programas para revertir disparidades profundas, nuestras sociedades nunca estarán verdaderamente seguras frente al covid-19».

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