El mito de la caverna

Ver la imagen antes que la realidad

Posverdad

La canallesca manera en que se ha movido la cúpula de Juntos por el Cambio, sumado al tratamiento de La Nación y Clarín insinuado que la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner estaría involucrada en la muerte de Gutiérrez con la intención de crear un nuevo caso Nisman, era esperable.

Este tipo de información es común hoy en día ya que la verdad en la mayoría de los medios de comunicación dejó de existir desde hace tiempo y hoy prevalece, sin duda alguna, en el imperio de la posverdad.

La posverdad es una distorsión de la realidad que se hace de manera deliberada y se emplea para señalar aquellos hechos en los que son más influyentes los sentimientos o creencias personales que los hechos en sí mismos.

Atrás quedaron los viejos manuales de estilo de aquella respetable prensa hegemónica que, al igual que las ideologías, valores e instituciones universales, comienzan a quedar en desuso.

Es precisamente este momento de crisis el que Antonio Gramsci describió de manera sublime hace un siglo: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados”.

El aberrante comunicado de Juntos por el Cambio, firmado por “Pato” Bullrich, Alfredo Cornejo y Maximiliano Ferraro, presidentes de la UCR y CC respectivamente, es la definición perfecta de la maravillosa frase de Gramsci.

A pesar de ello, en estos momentos la tergiversación de la realidad que llevan a la práctica los medios monopólicos con el apoyo quizá de una justicia también en crisis ha pasado a ocupar un papel secundario en la creación de sentido y elaboración de las agendas de opinión.

Un monstruo moderno

Todo cambió.

Actualmente es el algoritmo, ese Frankenstein creado por la revolucionaria maquinaria de Internet en la década de los noventa el que hoy se ha desmadrado en un ataque inescrupuloso al uso de la razón y del pensamiento consciente.

En estos momentos gobierna el poder casi ilimitado del universo digital, como son el caso de las grandes bases de datos (Big Data) y el microtargeting. Estas poderosas herramientas son utilizadas por el establishment de manera indiscriminada hasta anular la capacidad de discernimiento de las personas por saturación de los mensajes. Trolls, bots y redes como Twitter. Facebook e Instagram son el vehículo para posicionar o bien para difamar al oponente a través de las Fake News.

Es impresionante ver en los últimos días cómo, quienes operan en contra de las democracias populares y la distribución de la riqueza, han desatado toda la artillería de producción digital disponible para desprestigiar al gobierno de Alberto Fernández y su equipo con una virulencia pocas veces vista.

Los memes y las fake news acusándolos de asesinos, ladrones e incapaces abarcan desde las madres de Plaza de Mayo, pasando por la ex presidenta, el gabinete actual y el desempeño de Alberto Fernández como presidente. Ni el perrito Dylan se salva de la campaña de desprestigio.

Precisamente, es este mismo poder el que ha logrado que personajes como Trump y Bolsonaro lleguen al poder. La magnitud de persuasión de las redes sociales para manipular a las masas ha logrado el milagro de que ganen campañas presidenciales gente que no existían en la política.

Virtuoso vs. influencer

Ni los medios más importantes de Estados Unidos (salvo Fox), ni los mismos republicanos apoyaban a Trump en la campaña política, pero éste ganó igual las elecciones gracias al uso de las redes sociales.

Este empresario millonario, ajeno al mundo de la política hizo toda su campaña sin ir jamás a la televisión y sin dar una sola nota a los medios. Sus asesores no se equivocaron, ya que en ese momento tenía en Twitter 55 millones de seguidores y 24 millones en Facebook, mientras que en un telediario tendría, según las estadísticas, apenas 2 millones de televidentes.

En tal sentido, no queda la menor duda de que esta crisis comunicacional tiene consecuencias políticas de gran envergadura. Las mismas pueden crear candidatos muy extraños, como es el caso de Bolsonaro en Brasil, de Macri en Argentina o de Boris Johnson en Inglaterra.

El poder de las redes sociales ha llegado a tal extremo que hoy en día es más importante un influencer que cualquier persona con cualidades electorales, académicas, científicas o humanas. Ignotos seres carentes de virtud alcanzan celebridad mundial masiva gracias al uso de las redes sociales.

Kim Kimberly Noel Kardashian conocida como Kim Kardashian, tiene 114 millones de seguidores sólo contando su vida y cobra 720 mil euros por un spot publicitario. Incluso hay versiones de que llegaría a la presidencia de Estados Unidos si se lo propusiera.

Cuando los representantes de Cambridge Analytica, dependientes de la casa matriz Strategic Communication Laboratories, reconocieron haber sido contratados para desprestigiar a la familia Kirchner, la sociedad argentina ni siquiera pudo reaccionar ya que una nueva saturación informativa en las redes sociales neutralizó todo tipo de reacción consciente.

Las pulsiones y los deseos, aquello a lo que Freud llamó el” ello» escondido en los lugares más recónditos del subconsciente, es el arma que reflota las nuevas tecnologías de la información para conseguir siempre un fin acorde a sus intereses.

La muerte de la verdad

Dios ha muerto.

La verdad ha muerto y por fin somos libres.

Ahora Clarín y La Nación pueden mentir sistemáticamente como lo hicieron las grandes cadenas mediáticas durante el conflicto con Irak mientras mirábamos estupefactos fugaces destellos en el oscuro cielo de medio oriente.

Esa libertad, plagada de luces de colores y espectáculo sin límites, lamentablemente, tiene un defecto fatal y es que no es real, sino una paupérrima ilusión.

La mayoría de las personas nos cobijamos muchas veces en la sombría cotidianeidad de la ilusión dado la intensidad cegadora de la verdad. La verdad deja ciego a los hombres.

Al igual que en la caverna de Platón, los hombres lamentablemente elegiremos vivir para siempre encadenados a la oscuridad de la ignorancia, de cara a los reflejos producidos por la luz de diversos dispositivos electrónicos. Estas nuevas maravillas digitales nos contarán en un lenguaje algorítmico la historia fantástica de una realidad inventada, la simulación de un mundo que se cae realmente a pedazos producto de una extraña pandemia mundial y una predecible decadencia intelectual y moral.

Alejandro Lamaisón

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