EL SENTIR DE UN PAÍS

EN LAS MANIFESTACIONES DEL FRENTE DE TODOS PREDOMINA EL AMOR, MIENTRAS QUE EN LAS DE LA OPOSICIÓN PREVALECE EL ODIO.
ÍNDICE DEL ARTÍCULO
EL PAÍS DE CRISTINA
Aunque parezca mentira, en el profundo sur existe un país que todavía se estremece cuando alguien, con sentido patriótico y soberano, sin pelos en la lengua, le dice a un pueblo anestesiado por el sentido común que despierte de su letargo inducido y haga valer su poder a través del voto.
Ya es imposible manipular una realidad que lleva más de setenta años.
Ni las noticias falsas de los medios hegemónicos, ni la guerra jurídica declarada por un poder judicial corrupto, ni los impostados discursos de la oposición extraídos del consenso de Washington pueden evitar que el amor triunfe sobre el odio.
En la manifestación del 25 de mayo los peronistas demostraron que los une el amor, a diferencia de una oposición, que en todos sus actos han demostrado que sólo los une el odio.
Todas las convocatorias de la oposición al gobierno del Frente de Todos tienen como base al odio como factor movilizador, mientras que las convocatorias de Cristina tienen como soporte de unidad el amor.
Pero como no se puede vivir del amor, la vicepresidenta exhortó y convocó a todos sus seguidores a realizar entre todos un recambio, a militar este nuevo proyecto de país en el que la ultra derecha liberal pretende, de la mano de la “gauchocracia” y poderes concentrados, retrotraer al estatus de país agroexportador de commodity.
Cristina marcó las grandes líneas estratégicas a seguir, pero todos sabemos que las grandes revoluciones del siglo XX se hicieron sin tener un texto académico o intelectual importante, sino consignas sencillas y cortas: en la revolución rusa fue “Pan, paz y tierra”, en México “Sufragio efectivo y no reelección” y en la revolución peronista “Independencia Económica, Justicia Social y Soberanía Política”.
En este sentido, para ejecutar un verdadero proyecto, solo hace falta un par de lo que hay que tener como lo tuvo Perón y Néstor (lamentablemente Alberto, pese a todo lo bueno en el desempeño durante la pandemia, carecía de estos atributos por el miedo visceral a los editoriales del diario La Nación).
UN PAÍS COMO DEBE SER
Los puntos a tener en cuenta para que el país salga adelante son tan simples como precisos:
a) Derogación de la Ley de Entidades Financieras.
b) Replantearse la situación con el FMI desde una posición de fuerza, dado que la ilegitimidad de la deuda y la sobretasa puede ser discutida en una corte internacional de justicia, ya que el fondo violó sus propias normas.
c) Recuperar el control sobre el Río Paraná y construir el Canal Magdalena, para poder controlar nuestra salida al mar del 80 por ciento de la producción nacional. Cabe aclarar que por esta ruta se fugan al año más de 30.000 millones de dólares. Si pensamos en nuestros propios intereses, no podemos seguir permitiendo que la Barry Gold se lleve el oro y nosotros no sepamos cuanto, sino a través de una declaración jurada en la que dicen que la mayoría son escombros.
d) Pensar un esquema parecido a lo que fue el IAPI en el año 46, una herramienta que utilizó el peronismo entendiendo que el manejo del comercio exterior debe ser del Estado para poner la economía al servicio del pueblo.
Precisamente, esto permitiría controlar el flujo de recursos que ingresan por el comercio exterior y no como en la actualidad que, exportando arriba de 60.000 millones de dólares al año nunca queda un solo dólar en el banco central.
e) Establecer una política inteligente en relación a los recursos naturales, tales como gas, litio, etc. y una apertura en relación a este momento de desglobalización y multipolarismo, dado que países como China, que tienen mayor número de socios comerciales o financieros, quieren invertir en Argentina pero no se hace porque se enoja EEUU.
f) Utilizar todas las herramientas que nos otorga la Constitución Nacional.
g) Continuar de manera periódica realizando convocatorias populares, similares a las del 25 de mayo, para no perder el territorio natural del peronismo.
¿ES POSIBLE UN PAÍS SIN ODIO?
Si realizamos un balance de nuestro país de los últimos cinco años, podemos sintetizar la dialéctica perfecta entre el odio y el amor.
En este sentido, hagamos historia de los estilos de movilización del peronismo- kirchnerismo comparados con los de la actual oposición.
Tesis:
Quema de barbijos en el obelisco. Ataque con piedras al despacho de la vicepresidenta. Intento de linchamiento a los noteros de C5N, particularmente el episodio en que Lautaro Maislin tuvo que refugiarse en el móvil porque lo querían linchar. Las bolsas mortuorias y la guillotina en la plaza. Dinamitar, quemar, destruir y que corra sangre, en palabras de Milei y del ex presidente Macri. Intento de asesinato de Cristina y ninguneo de la oposición y medios hegemónicos de tamaño intento de magnicidio.
Antítesis:
Al contrario de esto, el peronismo siempre dio en cada manifestación un ejemplo de convivencia democrática ejemplar, y en esta última Carlos Maslatón, quien se percibe como votante de Javier Milei, fue recibido entre besos y abrazos por parte de los manifestantes.
La emisión fue tan grande que este hombre de la derecha libral, con lágrimas en los ojos manifestó «el peronismo es la vida (…) es un día histórico, la manifestación es descomunal, de las más grandes de la historia. Estuve en todas las manifestaciones en los últimos 41 años y esta es impresionante».
La diferencia principal entre el amor y el odio es que el amor se siente hacia algo o alguien que se valora y se desea proteger, mientras que el odio se siente hacia algo o alguien que se desprecia y se desea dañar.
Larreta y todo el arco de la derecha, en su desprecio al peronismo, critico el hecho de que Cristina se hubiese apropiado de la plaza un 25 de mayo, sin darse cuenta que fue el pueblo el que se apropió de la plaza para defender y ovacionar a su líder natural.
¿Por qué toda esta movilización descomunal? Porque a pesar de la lluvia y la adversidad, muchos argentinos saben que ella es el último bastión de defensa que queda en un país a punto de perder definitivamente su libertad política, su independencia económica y su soberanía nacional.
Alejandro Lamaisón