
ARGENTINA EN LA MIRA DEL TÍO SAM
Del lado de afuera:
La República Argentina está literalmente rodeada por países en donde gobierna una derecha exacerbada que oscila entre el salvajismo de los golpes de estado duros y blandos y una democracia neoliberal lograda a través de campañas de desprestigio hacia los líderes populares.
En Chile, con el apoyo incondicional de los medios de comunicación y de un sistema judicial local domesticado, desde el año 2015 se comenzó una campaña despiadada en contra de Michelle Bachelet para vincularla en un escándalo político y judicial llamado el “Caso Caval”.
Esto permitió que Sebastián Piñera, primer presidente de derecha en ser elegido democráticamente desde 1958 y el primero en ejercicio desde que Augusto Pinochet dejara el cargo en 1990, asumiera la conducción de Chile en 2018.
Piñera ha sido duramente criticado por la población chilena por su rol en la crisis social acontecida en octubre de 2019, exigiendo su renuncia y acusándolo de autoritario y dictador. Fue salvado por la pandemia.
En Bolivia la golpista Jeanine Áñez Chávez asume luego de la destitución y persecución de muerte del presidente Evo Morales, tras las elecciones del 20 de octubre en la que Evo gana la presidencia.
A partir de entonces la violencia opositora y la presión internacional de la derecha fue aumentando progresivamente hasta que los militares y la policía le quitaron su apoyo al mandatario, todo siempre bajo el fogoneo incesante de una prensa y una justicia acorde a los designios del país del norte.
La presidenta de facto, junto a la derecha desde su lógica racista y discriminadora masacró al pueblo, asaltó el patrimonio del Estado y comenzó nuevamente las privatizaciones requeridas por el neoliberalismo.
Mario Abdo Benítez, en Paraguay no fue la excepción.
El contexto de derechización del discurso político, las posturas contra de la diversidad sexual y las mujeres y la política internacional antiregionalista, posicionan a Abdo a las antípodas del progresismo, como un presidente conservador.
Ni bien asumió comenzó a aplicar políticas económicas ortodoxas y ha suprimido los reclamos populares con medidas extremadamente represivas.
Para no ser la excepción, Jair Bolsonaro asumió en Brasil tras una minuciosa campaña mediático- judicial para poner preso al líder de la oposición Lula da Silva.
Su nuevo discurso basado en el racismo y la libertad de mercado, no impidió que ganara las elecciones, sino todo lo contrario. Inmediatamente se puso al servicio de los grandes empresarios y de explotar a los trabajadores y a los más oprimidos, motivo por el cual recibió abundantes elogios del presidente Donald Trump por su gestión.
Bolsonaro afirma siempre que el trabajo infantil se trata de «un valor de la sociedad que es preciso volver a recuperar”.
Para ello redujo la ayuda de emergencia que reciben más de 65 millones de brasileños desempleados y sin ingresos, mientras asigna recursos a los bancos y aumenta el presupuesto del Ministerio de Defensa.
En Uruguay, Luis Lacalle Pou, inmediatamente después de asumir como presidente de Uruguay implementó más de 450 artículos de un plan abiertamente neoliberal, ajustador, represivo y privatizador. Entre las leyes implementadas se destacan la eliminación de la protesta social, al limitar el derecho de huelga y prohibir las ocupaciones de los lugares de trabajo.
Estas medidas, apoyadas por mayoría por la derecha, apuntan a la legalización del gatillo fácil.
En definitiva, se trata de un paquete de políticas abiertamente neoliberales, represivas, ajustadoras y privatizadoras, similares a las vividas por Argentina durante el gobierno de la alianza Cambiemos.
La re- colonización de América Latina por el imperio del norte viene en camino para apropiarse nuevamente de lo que siempre consideró su «patio trasero».
Es fundamental que la dirigencia política argentina lo entienda de una vez por todas y tome ya los recaudos necesarios antes de que sea demasiado tarde.
Alejandro Lamaisón