INTELIGENCIA ARTIFICIAL

LOS SISTEMAS DIGITALES COMO PROLONGACIÓN DEL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL
ÍNDICE DEL ARTÍCULO
HACIA UNA SOCIEDAD DE ZOMBIS
La robótica y la inteligencia artificial se están desarrollando de una manera tan vertiginosa que pronto llegaremos a convertir los objetos inanimados en personas y a las personas en objetos inanimandos.
Según McLuhan, así como la bicicleta y el automóvil son una prolongación de nuestros pies, la computadora es una prolongación de nuestro sistema nervioso central.
Las nuevas tecnologías están tan presentes en nuestra vida cotidiana que han alterado considerablemente la percepción de los estímulos procedentes del mundo exterior, el procesamiento de la información y por ende la capacidad del individuo para ejercer espontáneamente el pensamiento abstracto.
En este sentido, la digitalización de la estructura social prácticamente en todas sus aristas ha producido una disociación entre la virtualidad y la realidad en tanto y en cuanto la transmisión de información del cerebro a nervios y músculos resulta caótica.
La aceleración en la oferta de información está cambiando la capacidad de discutir, reflexionar y absorber el conocimiento, ya que dicha información va más rápido que la capacidad de procesarla.
Por tal motivo, el razonamiento cognitivo que tiene el ser humano para tomar distancia crítica y deliberar acerca de la complejidad del mundo actual se ven desbordadas por la hiper oferta comunicativa e informativa.
Es aquí donde la astucia de quienes manejan el monopolio de la información logra sustituir el Cogito Cartesiano por lo que Umberto Eco denomina el Cogito Interruprus, nada menos que la suspensión del razonamiento, la abolición del silogismo, para optar por un discurso formado por la yuxtaposición de aforismos; es decir, la elusión de cualquier deducción, sustituida por una exposición urdida por la deslumbrante sugestión.
En definitiva, es lo que muchos analistas políticos y comunicacionales denominaron la era de la posverdad, en la que los hechos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones o las creencias personales.
Si alguna vez Marx se propuso poner la filosofía pata para arriba y en vez de interpretar el mundo intentar cambiarlo, con la aceleración en que se están desarrollando los cambios, ahora, más que nunca, es necesario volver a los pensadores clásicos para dilucidar la complejidad de esta “aldea global”.
La velocidad que imprime las nuevas tecnologías impide la interpretación y el análisis.
El sabio que otrora predicaba el conocimiento adquirido a través de la razón y la palabra se ha transformado ahora en un triste analfabeto social, un ignoto sobreviviente de una revolución digital creadora de zombis, “sin tiempo ni capacidades cognitivas suficientes para elaborar la complejidad del mundo contemporáneo”, ajena a su vida cotidiana, cuyo contendiente, la inteligencia artificial, le lleva una ventaja superlativa.
En estos tiempos, la falta de horizontes posibles por la pandemia y la atrofia de la experiencia ejercida por el neoliberalismo a la manera de torniquete mental, pinta más un futuro en el que la humanidad tiende hacia la autodestrucción que a un avance.
INTELIGENCIA ARTIFICIAL, SOMETIMIENTO REAL
Asimismo, debemos reconocer que tanto la inteligencia artificial como la generación 4.0 son eficaces en tanto y en cuanto su uso estimula un intercambio abstracto del valor y autoproducción comunitaria que reviste una utilidad necesaria y cuasi suficiente.
Hoy los grupos sociales no necesitan tomar conciencia de clase, sino más bien sentirse identificados por compartir subjetividades, mitos, deseos y por ende, similitudes en las maneras de consumo.
Volviendo a McLuhan, el reemplazo del uso de nuestro sistema nervioso central por la computadora ha relajado la potencia movilizadora de las clases proletaria sustituyendo el fuego revolucionario de las masas por la simple queja virtual, la precariedad laboral y el aislamiento preventivo con “distanciamiento social”.
El deterioro del ritmo cognitivo, psíquico y social que se originó durante la reclusión al comienzo de la pandemia nunca desapareció. Al contrario, se potenció como una forma de inconciencia colectiva por medio de la cual la idea de crecimiento constante, competencia meritócrata y mitos publicitarios comenzaron a esfumarse junto a la idea del derrame neoliberal.
Este vacío, rabia y depresión que la democracia no pudo subsanar, es el alimento necesario y suficiente para que las nuevas derechas crezcan en todos los rincones del mundo como una reacción histérica al abandono de los sistemas políticos ya conocidos.
La tristeza agresiva y la rabia depresiva que se manifiestan como histeria de la libertad individualista se han propagado por todos los países del mundo occidental.
Por tal motivo, no serán los viejos conservadores republicanos ni las izquierdas revolucionarias los que vengan a solucionar las vicisitudes de la angustia colectiva, sino una nueva forma de fascismo que imponga los intereses de una insipiente minoría sobre las necesidades de la mayoría.
Tenemos dos alternativas: O empezamos a ralentizar los tiempos de asimilación de la información para poder tomar la distancia crítica necesaria o nos nos transformaremos en una nueva raza de zombis, con un sistema nervioso central colonizado por la frialdad utilitaria del algoritmo matemático y la asistencia opresora de la inteligencia artificial.
Alejandro Lamaisón