KLEMM, EL GRAN CAUTIVADOR

FEDERICO KLEMM: UN TESORO NACIONAL POCO APRECIADO QUE HA DESARROLLADO UN TRABAJO INVALUABLE COMO COLECCIONISTA Y PROMOTOR DE LAS ARTES VISUALES EN EL ÁMBITO NACIONAL E INTERNACIONAL. CULTURASOCIEDAD
ÍNDICE DEL ARTÍCULO
UN KLEMM LLENO DE VIDA
Federico Klemm fue un ser hermoso y un verdadero mecenas. Nació en 1942 en Checoslovaquia actual República Checa, único hijo de un industrial alemán y una madre checoslovaca que se mudaron a Buenos Aires en 1950.
De origen alemán (y se dice que también nazi), su padre, Federico Jorge, había heredado del suyo una modesta fortuna que hizo crecer con habilidad en la Argentina de la posguerra, donde Perón le habría abierto la puerta para que se convirtiera en uno de los principales importadores de productos químicos.
De Rosita Merecek, su madre, heredó la pasión por las artes escénicas, la ópera y la pintura propias de la educación de una joven checa de buena familia. Ella misma había sido una discreta coleccionista y fue quien introdujo a Federico en el mundo del teatro y las exposiciones.
Convivió con Rosita hasta su muerte, apenas dos años y medio antes que la de él, en 2000, cuando, en último acto de apego, se retrató junto a su cadáver.
Desde adolescente se inclina por el arte: a los 14 años realizó estudios sobre la obra de Toulouse-Lautrec, Picasso, Van Gogh y pintores argentinos y poco después estudió canto lírico con Ruzena Horakova y arte dramático con Marcelo Lavalle, completando su formación plástica con Mildred Burton.
Ese chico tan libre y tan distinto a los demás, que había absorbido el arte en todas sus expresiones desde tan temprano, tuvo la mala suerte de sufrir la violencia de las brigadas de la inmoralidad. En 1977, en plena dictadura, un grupo de militares lo ataca en la calle, y lo arrastra por los cabellos hasta arrancarle el cuero cabelludo, algo de lo que nunca se recuperó completamente, obligándolo a utilizar una peluca hasta el día de su muerte.
Su característica peluca rubia era, en parte, coquetería, pero, también, una voluntad prusiana para sobreponerse a la tragedia personal que significaba esa alopecía precoz para un hombre que amaba la belleza y, sobre todo, una prueba cotidiana de su reticencia absoluta a la victimización.
A casi 20 años de su prematura muerte –a los 60, el 27 de noviembre de 2002–, Klemm no sólo logró la trascendencia que suele obsesionar a todos los coleccionistas, sino que se transformó en una leyenda. Quizá la mayor leyenda del arte argentino contemporáneo.
EL DOLOR DE PRIAPO – 1995-
Si el latiguillo de la época en la que alcanzó su máxima popularidad con el programa televisivo “El banquete telemático” lo nombraba como el extravagante, el excéntrico, el delirante, el freak, y una de las representaciones más acabadas del kitsch del menemismo, hoy se lo resignifica como un performer visionario.
Durante su carera anticipó y mediatizó el “queer”, y fue un filántropo incomparable que creó una colección única y legó una fundación artística –que aún funciona de acuerdo a los principios que instruyó y de la mano de sus mismos directores– para promover artistas jóvenes y difundir su patrimonio en forma gratuita a toda la comunidad.
EL MUNDO SEGÚN KLEMM
Klemm nunca en su vida hizo una declaración pública acerca de su sexualidad, porque la sexualidad no era un tema para él. Cuando los periodistas le preguntaban si era homosexual, él les respondía- no sé-, y cuando le preguntaban si era heterosexual respondía -no sé-.
En 1995 creó su fundación. Tenía 53 años, pero ya le preocupaba la posteridad, dado que consideraba que “la riqueza sin responsabilidad era absolutamente banal” (30 millones de dólares heredados de su padre).
Dicha fundación se dedica actualmente a promover artistas jóvenes y a proyectar el arte contemporáneo con una exquisita colección, única en Latinoamérica. En las paredes cuelgan nombres de la talla de Picasso, Dalí, Magritte, Man Ray, Lucio Fontana, Jeff Koons, Mappelthorpe, Joseph Beuys, Basquiat, Kuitca, Berni y Macciò.
Que nadie crea que Federico Klemm era sólo el anfitrión de un programa de televisión entretenidamente original y de culto, aunque con eso bastara para rendirle hoy un homenaje. Hay que agregar que armó en silencio una magnífica colección privada de arte nacional e internacional, superando a la de varios museos y colecciones del país. Con el agregado de que se puede visitar en forma gratuita.
Para homenajearlo, la Fundación Federico Jorge Klemm organizó un recorrido de su obra que durará todo el año. Con el primer episodio, “Telecristales y homoerotismo” vuelve el Klemm más subversivo: el de los fotomontajes de cuerpos desnudos de chongos hipermusculados plenos de glamour exhibidos en escenarios mitológicos y cristianos.
Alejandro Lamaisón