La crisis civilizatoria que vive el planeta ha tenido en estos últimos años innumerables interpretaciones, entre las cuales la pandemia, los conflictos bélicos, la concentración de la riqueza y la revolución tecnológica han sido los principales disparadores para realizar el análisis.

TRES CUADROS DE "EL GRITO" DE EDVARD MUNCH QUE REPRESENTAN LA ANGUSTIA DEL SER HUMANO ANTE LA CRISIS CIVILIZATORIA. QUIZÁ CRISTINA PODRÍA SER LA PULSIÓN EMANCIPADORA QUE NOS LIBERE DE ESTA AGONÍA.

DEMOCRACIAS EN CRISIS

La crisis civilizatoria que vive el planeta ha tenido en estos últimos años innumerables interpretaciones, entre las cuales la pandemia, los conflictos bélicos, la concentración de la riqueza y la revolución tecnológica han sido los principales disparadores para realizar el análisis.

Nuestras sociedades cada día son más complejas y como hemos visto en incontables casos, las democracias se debilitan, el tejido social se vuelve frágil y la desigualdad aumenta en todas partes, lo que incrementa los conflictos y, consiguientemente, la vulnerabilidad del sistema.

Al mismo tiempo, la política pierde legitimidad y, por ende, credibilidad, generando un vacío de ideas que inmediatamente es reemplazado por el discurso de las ultraderechas, mucho más hábiles en el uso de los dispositivos de formación de sentido.

Asimismo, el avance del neofascismo que se manifiesta en distintas regiones del mundo constituye un factor inquietante porque se interpreta como un debilitamiento de la democracia y la amenaza de un retroceso de las conquistas sociales alcanzadas durante largo tiempo.

En este sentido, este giro inesperado de la sociedad expresa una contestación reaccionaria al concepto de progreso que hasta ayer mismo parecía hegemónico.

Sin embargo, en muchos países de América Latina, la sociedad ha decidido romper con esta tendencia ultraderechista y ha optado por elegir gobiernos nacionales y populares con perfiles variopintos de acuerdo a la historia de los candidatos de cada región.

De esta manera, el probable triunfo de Lula el 30 de octubre dejaría a las siete naciones más pobladas de Latinoamérica y sus seis mayores economías en manos del progresismo o de la izquierda.

Argentina, Bolivia, Chile, Perú, México y Colombia son los seis países que han logrado recientemente superar la devastación de los gobiernos neoliberales, pero todos tienen el karma común de lo que se ha dado en llamar “democracias de baja intensidad” o de mayoría opositora.

Dicho en otras palabras, si bien los gobiernos nacionales y populares triunfan en toda américa latina, el número de votos apenas alcanza para llegar a la presidencia, dado que las mayorías parlamentarias y legislativas quedan en manos de las derechas más reaccionarias, con lo que todas las reformas de tinte progresista que se quieran aplicar resultan frenadas o boicoteadas.

Asimismo, los medios hegemónicos de cada país, facilitan la labor de los grupos concentrados para que, a través de la generación de sentido, hagan pasar sus intereses particulares como si fueran los de toda la sociedad.

DE LA CRISIS INDIVIDUAL AL SUICIDIO SOCIAL

En medio de la crisis de las democracias modernas, estas fuerzas políticas desarrollan un discurso y un accionar para capitalizar el descontento mucho más efectivo que el progresismo ya que utilizando la lógica del fascismo, canalizan el odio social hacia la política y los políticos.

Algunos hablan de eliminar al Estado, como los libertarios, otros critican a las organizaciones internacionales, como los llamados “neopatriotas”, y muchos adhieren a teorías conspirativas para justificar posiciones antiestablishment sin defender propuestas concretas. Su potencia está en las formas, en la comunicación y en los liderazgos carismáticos.

Jair Bolsonaro, fiel exponente de esta corriente, ya ha llegado a lo más alto en cuanto a sido el único presidente en pandemia que ha aumentado su caudal de votos, cuando en todo el mundo la pandemia ha sido la causa de la derrota.

Según Eric Nepomuseno, periodista de Página 12 “Jamás supuse que llegaríamos, luego de estos más de tres años y medio del peor y más asqueroso gobierno desde la redemocratización, a los resultados del domingo (…) Se trató y se trata de situarse entre civilización y barbarie (…) Lula dijo al pronunciarse luego del resultado que no se trata de un final del juego, sino de una prórroga. Lo lamento, Lula. Mi temor es otro: que no se trate de un final del juego, sino de un intento suicida de fin del país”.

Durkheim tipificaba tres tipos de suicidio: el altruista, el egoísta y el anómico. En los tres casos  se trataba de fenómenos individuales que respondían a causas sociales.

Por el contrario, en una sociedad fragmentada como la nuestra, dicho fenómeno se invierte y el desequilibrio individual pasa a ser social, de manera tal que los pueblos se suicidan en masa al votar a sus propios verdugos, representados en las derechas ultraliberales o conservadoras.

Estamos frente a un problema que al evidenciar una patología colectiva, necesita de una re significación colectiva y es solamente en el pensar en conjunto la única manera de encontrar el camino de la unidad.

En Argentina, Cristina Fernández de Kirchner podría ser la pulsión emancipadora que nos libere de esta falta de intermediación y crisis de representación política, ambos íntimamente conectados con las desigualdades y conflictos sociales.

Quedará en manos de la militancia apoyar a su líder natural y redefinir la función de la política como instrumento de mediación.

Alejandro Lamaisón

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