El capitalismo está cambiando. Decía el teórico marxista italiano Antonio Gramsci, que «la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo no muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos más aberrantes”.

LA VIOLENCIA DE LA ULTRADERECHA EN ASCENSO YA COMIENZA A DAR SUS PRIMEROS PASOS A TRAVÉS DE SUS DISCURSOS DE CORTE FASCISTA Y DEL BRUTAL ACCIONAR DE SUS REPRESENTANTES.

CAPITALISMO, ¿EN QUE TE HAS CONVERTIDO?

El capitalismo está cambiando.

Decía el teórico marxista italiano Antonio Gramsci, que «la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo no muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos más aberrantes”.

Luego de las elecciones de medio término, no cabe otra que reconocer, de acuerdo con Gramsci, que la Argentina está en crisis. Una crisis que no es solo económica, política y social, sino también  y especialmente de valores.

En medio de esta crisis civilizatoria, parecería que necesitáramos inventar una nueva biblioteca que permita nombrar los hechos que se están generando en el seno de la sociedad contemporánea.

Un nuevo lenguaje que permita definir el miedo y el resentimiento que explotan las nuevas ultraderechas aprovechándose del nihilismo estructural de un electorado desencantado con la política y las llamadas democracias de baja intensidad.

Estos movimientos mal llamados libertarios han sabido aprovechar la crisis de sentido producto de los efectos de la pandemia sobre la vida individual y colectiva.

Si para nosotros su discurso atrasa, para ellos la falta de horizontes implica un productivo salto hacia lo desconocido, una estetización de la violencia que en apariencia espanta al burgués, pero que conserva su esencia más espantosa, el regreso del “nunca más”, la supremacía del mercado sobre la vida de las personas.    

El individualismo exacerbado que ha dejado la pandemia nos ha despojado de la capacidad de reaccionar frente a lo desconocido, sin palabras para nombrar lo que está por nacer.

En este estado de indefensión, la única manera de sobreponernos es inventar un nuevo discurso que pueda hacer frente a esta nueva versión de la escuela de Chicago precisamente en un  contexto mundial donde el capitalismo se muestra vulnerable pero dispuesto a dar batalla.

La distopía imaginada por George Orwell o por la serie Black Mirror  ya no es futura, sino apenas un corrimiento del presente hacia delante.

ULTRADERECHA, ETAPA SUPERADORA DEL CAPITALISMO

Existe un goce del capitalismo al volvernos distópicos, dado que la distopía en sí es el nihilismo extremo, el fatalismo y pesimismo con el que se alimenta la ultraderecha para llevar el sueño neoliberal a su apogeo definitivo.

La digitalización, la captura de la predicción conductual y el algoritmo que puede introducirse en nuestra estructura deseante sin que seamos siquiera conscientes de lo que deseamos constituyen la fuerza de las nuevas derechas liberales.

El capitalismo de la vigilancia es la construcción de una colectividad que ha logrado capturar la intimidad y el control social.

Por ejemplo, en Estados Unidos, la sociedad liberal que siempre hizo alarde de la primera enmienda, ha permitido que las plataformas digitales penetren en lo más profundo de su vida cotidiana y en la de todos los países del mundo.

Sólo que en el sur profundo, en el patio trasero del país del norte,  la disputa ya no es sólo por la privacidad,  sino también por el pan de cada día y por frenar los índices de pobreza que crecen de manera alarmante.

A pesar del borramiento de la experiencia generado por los medios hegemónicos, el empobrecimiento generado por las tres “M” (la tríada Militares- Menem- Macri) continúa guardado en la memoria colectiva.

Aún no está todo perdido.

Argentina fue el único país que llevó a cabo el juicio a la junta militar, eliminó las leyes de obediencia debida y junto a las madres y abuelas evitó que una Corte Suprema en estado de descomposición fallara a favor del dos por uno.

Es cierto que el neofascismo ha ingresado al ruedo político para desplegar de manera “institucional” sus ataques sistemáticos a la democracia e incluso amenaza con la posibilidad de que regímenes autoritarios se instalen nuevamente en la región.

También es verdad que hoy tenemos en el Congreso una negacionista de los crímenes de lesa humanidad, acompañada por funcionarios que reivindican la esencia más terrorífica de la banalidad del mal.

Aun así, no todo está perdido.

Afortunadamente también tenemos una Ofelia Fernández sentada en una banca.  

Alejandro Lamaisón

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