La independencia proclamada el 9 de julio de 1816 simboliza el momento fundador del Estado-Nación argentino, aquel decisivo momento en el que representantes de distintas provincias del entonces Virreinato del Río de la Plata firman en la Casa Histórica de Tucumán un acta pública declarando su emancipación bajo el nombre de «Provincias Unidas en Sudamérica».

LOS NUBARRONES DE LA DEPENDENCIA ECONÓMICA NUBLAN EL CIELO DE LA CASA DE TUCUMÁN, SÍMBOLO DE NUESTRA INDEPENDENCIA.

DÍA DE LA INDEPENDENCIA

La independencia proclamada el 9 de julio de 1816 simboliza el momento fundador del Estado-Nación argentino, aquel decisivo momento en el que representantes de distintas provincias del entonces Virreinato del Río de la Plata firman en la Casa Histórica de Tucumán un acta pública declarando su emancipación bajo el nombre de «Provincias Unidas en Sudamérica».

La palabra independencia se nos presenta demasiado amplia en el sentido que declarar algo y llegar a realizarlo son dos aspectos diferentes, separados por un proceso en el que la proclama o declaración objetivo muchas veces suele conducir a resultados diferentes al  que se proponían en un principio. Es decir, tras la independencia de España y la emancipación de la colonia de su metrópoli, ¿hemos llegado al fin a esa libertad declarada? ¿O el acta de independencia resultó ser un requisito formal para pasar de colonia a país semicolonial, dando lugar a una nueva forma de dependencia?

Precisamente, apenas ocho años después de aquel 9 de julio (el 1 de julio de 1824), la histórica declaración firmada en la bucólica casita colonial de la familia Bazán pasó a ser sólo una expresión de deseo patriótico, ajeno a la voracidad del imperio británico.

Al menos en lo económico, nuestra proclamada independencia quedó renga al contraer el primer empréstito patrio, ya que por aquel entonces, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, con la colaboración de su Ministro de Gobierno Bernardino Rivadavia, gestionó ante la Baring Brothers un préstamo por 1 millón de libras esterlinas.

INDEPENDENCIA DE PALABRA

Paradójicamente, los protagonistas de nuestra independencia, el Ejército Argentino, aquellos que tienen el poder bélico y la estrategia para defender nuestra soberanía, fueron quienes durante todo el siglo XX apoyaron a través de los golpes de estado el endeudamiento y la entrega de nuestra nación al capitalismo extranjero.

Una de las contradicciones más llamativas que tuvieron los sucesivos gobiernos militares desde 1930 es que han sido generalmente los que más han entregado nuestra soberanía al dominio británico en un primer momento y al norteamericano luego de la segunda guerra mundial.

Precisamente quienes nos deberían defender fueron los que más se rindieron al imperio y las armas y la logística sólo se usó de manera brutal en contra del pueblo argentino.

Aun en los períodos democráticos, esta incongruencia se manifiesta diáfanamente cuando gobiernos de la derecha liberal defienden la propiedad privada de los argentinos y perjuran de los populismos, mientras enajenan los bienes del estado y endeudan al país de manera pavorosa.

Leonardo Rossi, investigador del Grupo de Ecología Política del Sur (Universidad de Catamarca-Conicet), precisó el rol de los gobiernos de derecha en cuanto a la deuda y el extractivismo: “En el neoliberalismo el Estado está bien presente: endeudando, legalizando el pago de deudas ilegítimas, organizando el despojo de los cuerpos y territorios, reprimiendo las alternativas”.

Raúl Zibechi, en su libro “Caos y resistencias durante la pandemia”, complementa con una mirada por fuera de la lógica partidaria cortoplacista: “Las clases dominantes del mundo, y las de América Latina en particular, tienen un solo proyecto: seguir estando en la cima, seguir siendo dominantes. Lo demás lo improvisan. En tanto, apelan al Estado para resolver las urgencias. Es un error pensar que la economía, la ganancia, es lo primordial para ellas. Es importante. Pero el capitalismo no es una economía, sino un proyecto de poder”.

UNA INDEPENDENCIA DISTÓPICA

La negación de nuestra independencia está en que luego de que el peronismo nacionalizara todos los servicios públicos, desarrollara una industria nacional altamente competitiva y desendeudara al país, las fuerzas armadas, a fuerza de bombas, represión y muerte, interrumpe el proceso de desarrollo más extraordinario de américa latina.

“País sin historia donde todo es pura aspiración”: así define Octavio Paz a la República Argentina. En esa frase se inspiró Marco Denevi para escribir “Manuel de Historia”, crónica distópica de una Argentina colonizada cultural y económicamente por Estados Unidos. Su protagonista, un delegado norteamericano, se preguntaba por la anomalía histórica de un país que teniéndolo todo, sin guerras ni hambrunas, había cedido su soberanía sin mover un solo dedo para defenderla.

¿Somos independientes cuando el 25 de mayo y el 9 de julio ponemos la bandera argentina en la ventana de nuestras casas mientras quizá volvamos a votar a un expresidente que asegura que “los patriotas debían haber sentido una gran angustia por tener que separarse de España»?

¿Somos libres cuando al habernos endeudado como ningún país en el mundo el FMI tiene la potestad de direccionar nuestra política económica?

¿Somos soberanos cuando actualmente, alrededor de 17 millones de hectáreas de tierras rurales de nuestro país aptas para la explotación agropecuaria, ganadera, vitivinícola o minera  están en manos de extranjeros?

La Argentina cuenta con alrededor de 70 puertos fluviales y marítimos dedicados a la actividad comercial. La mayoría de ellos son de uso privado,  propiedad de  empresas extranjeras dedicadas a exportaciones vinculadas con distintos sectores de la economía, entonces…¿Somos autónomos cuando a través del río Paraná, cuya administración, que está en manos de multinacionales, deja salir nuestra riqueza agrícola- minera luego de pasar por el ridículo control de una simple declaración jurada?

¿Respetamos a nuestros ex combatientes de Malvinas cuando fueron ellos los que tuvieron que denunciar al gobierno de Cambiemos por favorecer la iniciativa británica de reforzar el enclave neocolonial-militar instalado en las Islas basado en la explotación de los recursos naturales, especialmente en los ictícolas?

¿No será hora de que este gobierno se anime de una vez a declarar la independencia inconclusa y apoye la propuesta de un cramdown para que el Estado pueda tomar el control de Vicentin?

Si el gobierno se despoja de las presiones del círculo rojo y avanza en estas discusiones puede cambiar para siempre la realidad de social y economía de la Argentina y conseguir los dólares que tanto nos faltan.

Recuperar la vía navegable del Paraná y Vicentin, sumado a YPF Agro, será definitivamente la batalla final para que por fin, los argentinos podamos festejar definitivamente con merecido orgullo, nuestro verdadero día de la independencia.

Alejandro Lamaisón

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