Hasta el año 2000 se pensaba que para evitar la muerte prematura y vivir más años, el único método posible era hacer una vida sana, ya que detener el envejecimiento por el paso del tiempo era pura ciencia ficción.

PARA LA CIENCIA, EL ENVEJECIMIENTO Y LA MUERTE DEJÓ DE SER UN PROCESO INEVITABLE GRACIAS AL DESCUBRIMIENTO DE CUATRO GENES REJUVENECEDORES.

ÚLTIMO ADIÓS A LA MUERTE

Hasta el año 2000 se pensaba que para evitar la muerte prematura y vivir más años, el único método posible era hacer una vida sana, ya que detener el envejecimiento por el paso del tiempo era pura ciencia ficción.

En el 2006, un científico japonés llamado Shynia Yamanaka descubrió cuatro genes en animales y en seres humanos que tenían la función de rejuvenecer.

Inmediatamente fueron trasplantados a células de ratones y en 15 días estas células rejuvenecieron hasta el estadio de un embrión, o sea más joven que un bebé.

En consecuencia, la ciencia ya pudo demostrar que el envejecimiento, al menos en ratones, era reversible.

En 2011, otro grupo de científicos franceses comenzaron a aplicar este experimento a pacientes centenarios, personas longevas que no tuvieran ningún tipo de enfermedad que distorsionaran la experiencia.

Se les extrajo mediante una biopsia pequeñas muestras de piel y cultivaron las células trasplantándoles los cuatro genes Yamanaka.

A los 15 días las células humanas rejuvenecieron al estado de un embrión. No sólo volvieron a ser jóvenes, sino que también desaparecieron los defectos ocasionados por el estado senil que provoca la vejez.

Actualmente, un equipo de científicos de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) que trabaja en distintos estudios sobre rejuvenecimiento biológico, en base a la manipulación de estos cuatro genes, también logró revertir el envejecimiento.

Dichos experimentos se desarrollan en los laboratorios del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de La Plata (Inibiolp) dependiente de la UNLP -Facultad de Ciencias Médicas- y el Conicet.

EL SER PARA LA MUERTE

Toda la filosofía existencialista se basa en la certeza de que la muerte es el destino final del hombre.

«Hasta hace relativamente pocos años se pensaba que el envejecimiento era un proceso inexorable, que sólo podía enlentecerse, pero no revertirse. Sin embargo, esto cambió radicalmente con el descubrimiento”, explicó Rodolfo Goya, director del equipo.

«Como fruto de esta iniciativa multinacional logramos demostrar que cuando se tratan ratas seniles con un derivado de plasma joven, la edad epigenética de estos animales seniles retrocede a la de ratas adultas jóvenes. A nivel físico y bioquímico las ratas seniles así tratadas muestran signos de rejuvenecimiento. La publicación de estos resultados despertó gran interés en la comunidad científica internacional ya que abren un horizonte de esperanza para el rejuvenecimiento futuro de seres humanos», concluyó Goya.

El descubrimiento de los genes de Yamanaka convergió con otro desarrollo trascendente: en 2013 el científico germano-americano, Steve Horvath, descubrió un reloj biológico de enorme precisión, conocido como el reloj epigenético.

Los expertos, para explicar el complejo proceso de este descubrimiento, dijeron que el reloj epigenético «hace tic tac a un determinado ritmo» y cuanto más rápido lo hace, «más velozmente envejecemos, y viceversa» y ese ritmo de tic tac se puede medir con rigurosidad.

De esta manera, afirmaron, es posible saber con certeza si un tratamiento antienvejecimiento realmente enlentece el inexorable tic tac de nuestro reloj.

«La observación más fascinante se da cuando a un cultivo de células provenientes de individuos seniles se les trasplantan los genes rejuvenecedores de Yamanaka. Lo que se observa es que el reloj epigenético comienza a hacer tic tac hacia atrás llevado las células a una edad epigenética de casi cero», dijeron.

Este tipo de estudios son parte de una colaboración internacional que se lleva adelante en los laboratorios del Inibiolp, dependiente de la UNLP y el Conicet, en el laboratorio de Steve Horvath, en la Universidad de California -en Los Angeles- y en el de Harold Katcher, en Bombay, India.

Con la tecnología adecuada, sortear la dificultad de aplicar estos cuatro genes al cuerpo humano, formado por millones de células ensambladas entre sí y con información específica entre las mismas será todo un desafío.

Creímos que volar era imposible y volamos.

Creímos que comunicarnos sin cable era imposible y lo logramos.

¿Por qué entonces no podremos lograr el legendario deseo de Gilgamesh o el sueño gótico del alquimista?: Matar a la muerte.

Alejandro Lamaisón

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