LA PARADOJA DE SER ARGENTINO

HACER LOBBY A FAVOR DE UN LABORATORIO ENTREGANDO LAS ISLAS MALVINAS: UNA METÁFORA DE JUNTOS POR EL CAMBIO.
VIVA LA PATRIA
Las declaraciones de la presidenta del Pro Patricia Bullrich, expresando en una entrevista televisiva que las Islas Malvinas valen menos que un acuerdo con Pfizer, es una síntesis perfecta de la contradicción que existe entre “el ser nacional” de la derecha liberal y “la soberanía nacional” que imponen como sentido común las clases dominante desde principios del siglo XX.
Desde Uriburu hasta la fecha, tanto los gobiernos de facto cómo los democráticos liberales se han abroquelado en el proyecto de desmantelar cualquier atisbo de soberanía e independencia, primero sometiéndose al dominio del capital británico y luego al poderío del imperialismo norteamericano.
El proceso iniciado en 1946 de industrialización, más allá de vaivenes políticos pronunciados, idas y vueltas, crisis económicas periódicas, marcó el crecimiento económico e industrial más acentuado e ininterrumpido de la historia argentina.
El desarrollo fue tan explosivo que, pese a la revolución fusiladora y la acción sistemática de los gobiernos de derecha para desmantelar la soberanía industrial, entre 1963 y 1974 el PBI se expandió un 54%, que es equivalente a una tasa de crecimiento anual acumulativa del 5,8%. Más acentuado aún fue el aumento del PBI per cápita al llegar al 82%, lo que supone una tasa de crecimiento anual acumulativa del 6%. (Rapoport).
Aun así, el bloque hegemónico se las ingenió para hacer creer a gran parte de la sociedad argentina que todo aquello que implicara crecimiento y emancipación de los sectores más vulnerados o independencia económica era un enemigo tan peligroso como el fantasma del comunismo soviético, cubano o venezolano en el caso del macrismo.
Por un lado, las milicias que otrora fueron protagonistas de heroicas guerras independentistas, a partir del derrocamiento de Perón, se dedicaron a exterminar el modelo sustitutivo de importaciones, no porque estuviera agotado, sino por la decisión de la gran burguesía argentina de acoplarse al mundo a través de un modelo de acumulación basada en lo rentístico financiero.
Por otro lado, una gran parte del electorado argentino que no compartía las ideas del peronismo ni de las fragmentadas izquierdas, se volcaron a un republicanismo liberal con breves alternancias demócratas progresistas.
Conservando el nacionalismo castrense, las fuerzas armadas se encontraron en la contradicción de vanagloriarse festejando las fechas patrias y enarbolando los símbolos nacionales mientras a través del exterminio de sus compatriotas instauraban una política económica que entregaba todo nuestra soberanía económica y política al capitalismo foráneo.
UNA ANOMALÍA DE LA HISTORIA
Acá surge la tesis de que en Argentina no existe ni la derecha, ni el centro ni la izquierda.
Están quienes les importa un pito entregar el patrimonio nacional a cambio de un buen negocio para un grupo selecto del poder o para sacar ventajas individuales y del otro lado están aquellos que defienden la soberanía nacional a fuerza de trabajo material e intelectual, y algunos hasta con su vida durante los años de plomo.
En Italia, Estados Unidos o Noruega hay derechas e izquierdas y en cada una de ellas hay disputas por el poder, pero minga que va a regalar su país al extranjero. La lucha es por la hegemonía dentro de su país, pero a nadie se le ocurriría entregar sus riquezas al imperialismo de turno.
Como una anomalía del curso de la historia, acá en argentina nos encontramos con la paradoja de que el ciudadano más nacionalista y amante de nuestras fechas y símbolos patrios simpatiza con los gobiernos entreguistas, mientras que a quienes quizá no les interés tanto los desfiles del 25 de mayo apoyan a los gobiernos que más defienden nuestra soberanía.
EL MITO DEL SENTIDO COMÚN
En esta batalla por la apropiación del sentido, es en el ámbito de la cultura donde se libran los combates más desgastantes, pues en plena guerra contra un virus que ya se llevó a más de 62.000 argentinos, existe un “fuego amigo” intencional proveniente del poder mediático, económico y judicial que bombardea toda acción del gobierno actual.
A fuerza de fake news y manipulaciones judiciales el establishment, a pesar de las tristes experiencias neoliberales, sigue acaparando el sentido común atravesando de manera transversal a toda la sociedad, permitiéndole acaparar la hegemonía de la opinión pública, modelando el pensar y el actuar al momento de elegir a quienes nos gobernarán.
Romper esa hegemonía implica una labor política e intelectual de todos los ámbitos de la cultura, para derribar los mitos que sostiene el falso nacionalismo del que cree que poniendo una bandera en su ventana el 9 de julio reafirma nuestra independencia, mientras que a la hora de votar elige a quienes, con tal de hacer lobby a favor de un laboratorio, serían capaces de entregar hasta las Islas Malvinas.
Alejandro Lamaisón