La mascara de la justicia

LA MÁSCARA DE UN PODER QUE SE RESISTE A LA REFORMA

En estos momentos de incertidumbre generalizada motivada por el inevitable avance del coronavirus y sus consecuencias devastadoras a nivel económico y social, las decisiones políticas del gobierno en los últimos días han dejado en la mayoría de los argentinos una sensación ambigua de esperanza y desazón.

Por un lado hay optimismo dado que las decisiones económicas estarían dando sus frutos: bajaron los dólares bolsa y blue, el Banco Central compró dólares, subió la tasa y las acciones, al fin de semana, cerraron positivas.

En otro orden, tenemos sin dudas un presidente que ha demostrado el respeto incondicional hacia las instituciones republicanas y federales, pues tanto en Guernica, Provincia de Buenos Aires, como en la disputa familiar de la familia Etchevehere en Entre Ríos, la justicia actuó con absoluta independencia del poder ejecutivo.

Como contrapartida, observamos una gigantesca fuerza policial armada hasta los dientes, derribando a fuerza de topadoras miserables chozas y atropellando familias en estado de vulnerabilidad total, personas desnutridas e indefensas cuyo futuro es tan fugaz cómo el efímero tiempo de permanencia en los terrenos tomados.

Del mismo lado sombrío, observamos a Dolores Etchevehere  humillada por una justicia gótica y por la cobarde supremacía del macho patrón de estancia sobre una mujer que tuvo la osadía de hacerle frente. En el interín, podemos agregar con tristeza cómo se desvanece en el aire un proyecto agroecológico de carácter sustentable aplastado sin piedad por el poder agroindustrial.

No hay dudas de que es fundamental el respeto a la propiedad privada y a las instituciones republicanas, pero lamentablemente esta exigencia parecería ser solamente para los de abajo.

El gobierno del Frente de Todos cambió un sistema nefasto de endeudamiento especulativo y de empobrecimiento social, pero el poder judicial del gobierno macrista sigue su ruta de despotismo y parcialidad como si nada hubiera pasado.

Clarín puede apropiarse de un predio debajo de la autopista para utilizarlo de playa de estacionamiento. Un millonario extranjero puede cerrar un lago y a pesar de ser patrimonio nacional apropiárselo para uso recreativo. Se venden los terrenos detrás del Sheraton a precio vil para emprendimientos inmobiliarios, pero todo está bien.  Es muy fácil aplastar al más débil mientras los poderosos, haciendo lo mismo, se la llevan de arriba.

El problema es que los actos de la justicia actual, lejos de ser actos individuales, puntuales, de decisiones personales y de independencia de criterio de los jueces, son intercambios de favores cooptados por los poderes fácticos.

En este sentido, el juez Carlos Rozanski fue muy claro en referirse al proceso de decadencia que sufre la justicia en los últimos años: “Yo quiero reiterar que Macri no fracasó. Ni él ni sus cómplices. Saquear un país en cifras inéditas y estar todos en libertad y una parte ya impune en el exterior, no es fracaso. Si no hay reforma judicial profunda, estaremos frente al crimen Perfecto”.

Parecería que el mundo se ha vuelto en contra de los que menos tienen, pues en la dialéctica del amo y el esclavo, la justicia siempre termina fallando a favor del primero.

Entre 1791 y 1804 en Haití, los esclavos negros tuvieron el atrevimiento de revelarse y arrancarle el poder al hombre blanco. Como la justicia terrenal quedó bajo su manejo, cuenta la leyenda que la justicia divina (de corte racista y discriminador) se ensañó con ellos haciéndoles sufrir todas las catástrofes del mundo.

Tsunamis, hambrunas, enfermedades y pobreza fue el destino de un pueblo que se atrevió a enfrentar con coraje una justicia inventada por la codicia del hombre blanco y la perversidad de un sistema que hoy, desenmascarado por la pandemia, nos muestra su rostro más aterrador.

Es de esperar que el hecho de que Alberto Fernández haya optado por respetar la división de poderes no le impida intervenir en el caso de que se cometa una iniquidad, ya que permanecer neutral en una situación de injusticia implica inevitablemente estar del lado del opresor.

Alejandro Lamaisón

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