El peronismo no está ni en vías de extinción ni dividido y su doctrina, de la misma manera que el capitalismo o el marxismo, permanece intacta, sólo que adaptada a los tiempos que corren.

EL DESCONCIERTO DEL PUEBLO PERONISTA ANTE LA DIVISIÓN DE LA CLASE DIRIGENTE.

EL PERONISMO Y SUS PARTES

El peronismo no está ni en vías de extinción ni dividido y su doctrina, de la misma manera que el capitalismo o el marxismo, permanece intacta, sólo que adaptada a los tiempos que corren.

La prueba está en los ciento de miles de argentinos que militan dentro del movimiento, en los ciento de miles de seguidores en las redes sociales que apoyan a sus dirigentes y en los ciento de miles de ciudadanos que, ante el pánico que genera la oposición proponiendo el desguace del Estado, eligen al peronismo como destinatario de su voto.

El que está detonando continuamente al movimiento con políticas neomenemistas, que promueve su división en facciones cuyo objetivo es mantener un puesto redituable dentro de la dirigencia política, que considera que en el peronismo los únicos privilegiados son los ricos, es el propio gobierno.    

Tal es así que muchos legisladores del Frente de Todos votaron en contra de que los jueces paguen el impuesto a las ganancias.

Este peronismo armado a los ponchazos para ganarle a Juntos por el Cambio con los mismos candidatos que trabajaron durante años para voltear al movimiento, que  conmemora el día de la Lealtad dividido en cuatro sectores desleales a la unidad, es su propio verdugo.

Precisamente, tanto Massa con Alberto Fernández cómo jefe de campaña, Felipe Solá cómo candidato a gobernador, Arrollo cómo candidato a vice, no hicieron más que bombardear durante años al verdadero peronismo hasta hacerle perder la elección a Cristina, además de otros cómo Randazzo con el movimiento Evita detrás.

PERONISMO Y DESENCANTO

El peronismo y todo el pueblo peronista jamás dejará de creer en los verdadero valores de lealtad, igualdad, dignidad y soberanía que nos enseñaron y llevaron a la práctica tanto Juan Domingo Perón  cómo Néstor Kirchner, pero en estos momento, ese mismo pueblo está desencantado con la clase gobernante.

Cuando se produce el desencanto, lo que nos fascinaba o hechizaba deja de producirnos esa sensación mágica y de admiración, y nos sentimos frustrados y tristes pues aquello que nos conmovía ha perdido su poder.

Lo grave de esta desilusión es que la gran mayoría de los ciudadanos que creyeron en este gobierno y que los defraudó olímpicamente, caerán inevitablemente en una profunda depresión y anomia política, como ya se ha demostrado en las PASO.

En consecuencia, los ultralibeales tendrán el terreno allanado para decir a los cuatro vientos que si ganan vienen por todo, desde la reforma laboral y fiscal hasta la represión desmedida de la protesta social, porque el pueblo enojado por el desencanto votará en contra del gobierno que los defraudó.

Sólo Cristina podría iluminar el camino para sincerar de una buena vez con el pueblo este peronismo- rompecabezas, cuyas piezas parecerían tomadas de quienes precisamente, son la secuela de aquel nefasto 55 en el cual se pretendió exterminar al movimiento.

El gran dilema es que Cristina es una estrella cuyo brillo ha sido opacado por más de una década de law fare, persecuciones mediático- judiciales, perdida de su marido y de la salud de su hija, intento de homicidio banalizado por la jueza que lo investiga y ninguneo del propio presidente a quien ella puso en ese lugar.

¿Qué más se le puede pedir a un ser humano que ya lo ha dado todo, hasta el límite de poner en riesgo su propia vida?

Como todo desencantado, deberemos resignarnos a aceptar la anodina candidatura de Sergio Massa como representante del peronismo que se viene, aún a sabiendas que deberemos guardar la doctrina justicialista en un oscuro rincón del imaginario del pueblo trabajador.

Salvo que Cristina, en un esfuerzo milagroso que ninguno de nosotros tenemos derecho a exigirle, decida presentarse nuevamente como candidata a presidenta.

Alejandro Lamaisón

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