LLAMADO A LA SOLIDARIDAD PARA CERRAR LA GRIETA

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Esta anti-nota periodística comienza con una serie de preguntas dirigidas a los argentinos que creen ubicarse de uno u otro lado de “la grieta”. No se pretende bajo ningún punto de vista hacer un catecismo maniqueo al realizar los interrogantes pertinentes ni de pretender cambiar la riqueza política de las diferentes posturas ideológicas. Solamente intentaremos reflexionar con la serenidad que nos brinda el libre albedrío y la interacción de la comunicación social.

La presión del mercado

LA CONTRATAPA DE "PÁGINA 12" EN EL AÑO 1989. JORGE LANATA UTILIZA POR PRIMERA VEZ LA PALABRA "GRIETA"

PREGUNTAS

¿Qué tenemos que ver nosotros con Techint?

¿Qué tenemos que ver nosotros con los grandes grupos agroexportadores y las cerealeras?

¿Qué tenemos que ver nosotros con los tenedores de bonos de la deuda?

¿Qué tenemos que ver nosotros con los intereses de Clarín y La Nación?

¿Qué tenemos que ver nosotros con los grandes operadores financieros?

¿Qué tenemos que ver nosotros con el “círculo rojo”?

Salvo algunas excepciones lógicas en un país con casi 46 millones de habitantes, la respuesta sería, sin duda alguna, que ninguno de nosotros tenemos nada que ver con ellos.

Ahora bien, supongamos que el gobierno no cede a las presiones del mercado para que de manera urgente se aplique una devaluación, ya que si se devalúa, estos grupos concentrados ganarían fortunas, mientras que nosotros perderíamos nuestro poder adquisitivo de manera estrepitosa.

¿De qué lado de “la grieta” me ubico?

EL INTRINCADO LABERINTO DE LA ECONOMÍA

En estos momentos hay un plan económico y un presupuesto 2021 presentado en la Comisión de Presupuesto y Hacienda del Congreso Nacional.

La meta es estabilizar la economía argentina en base al crecimiento y la creación de empleo en un contexto de pandemia mundial, lo que implica destinar una gran parte de los gastos a los vaivenes del Covid 19.

A medida que empiezan a moverse los distintos jugadores, dentro del círculo rojo que dominan los sectores del poder, hay medidas que deben tomarse esencialmente para proteger a los más vulnerables.

No es un plan rígido. Más bien es adaptable a los tiempos de la pandemia.

IFE, ATP, programas sociales y de atención a miles de empresas implican sin duda emitir y aumentar el déficit fiscal, pues no hay a quien pedir dinero.

Mas se gasta, más caen los ingresos y recursos del fisco.

Mientras tanto se negocia con el FMI dado que a pesar de la deuda espantosa, existe la posibilidad de recibir algún tipo de quita de intereses (recordemos que había una remesa pendiente que el nuevo gobierno de Alberto Fernández se negó a recibir).

El ministro Guzmán sabe que el camino tomado es imperfecto, pero es el mismo que han tomado todos los países del mundo.

Incluso el Financial Times publicó ayer que los estados deberían hacerse cargo de la salud de sus ciudadanos, de lo contrario la recuperación económica, una vez terminada la pandemia, será mucho más lenta.

No existe ninguna otra alternativa si se quiere evitar que muera más gente y que se destruyan millones de empresas, pues cuando esto termine, se necesitará tanto por razones humanitarias como económicas que la gente esté viva y que las empresas funcionen.

UNOS PIERDEN, OTROS PIERDEN DE GANAR

Esta imperfección en las medidas que se toman genera, como es lógico, tensiones en diferentes sectores, aunque la mayor tirantez se da entre quienes generan la riqueza y quienes la acumulan.

La franja de los trabajadores es la más afectada por la pérdida del poder adquisitivo, aunque la inflación se intenta controlar a tal extremo que hoy está 20 puntos porcentuales por debajo del mismo mes del año pasado.

El otro sector afectado es el mercado, uno de los poderes fácticos más poderosos dado su capacidad de presión, el cual intentará mediante la ampliación de la brecha cambiaria doblegar al gobierno para que éste devalúe a la brevedad.

En este juego de fuerzas contrapuestas que presionan sobre las medidas económicas, el gobierno optó por dar prioridad a la primera, es decir a la esfera del trabajo y la producción por sobre las presiones del mercado.

En esta lucha sin tregua por el poder, el mercado siempre utiliza el método de aumentar el valor del dólar contado con liquidación y el marginal para desestabilizar los precios.

La opción por negarse a la devaluación puede tener consecuencias severas para la economía, pero es el mal menor cuando existe un verdadero plan económico a corto y mediano plazo, ya que “en el largo plazo estaremos todos muertos” si se hace lo contrario.

Por ejemplo, el plan primavera, el plan austral y el plan de convertibilidad no eran planes económicos, sino elecciones de políticas cambiarias, todas a través de devaluaciones.

GRADUALIDAD VS. DEVALUACIÓN

El régimen cambiario de este gobierno se basa en un plan económico en el que los ajustes del dólar oficial (el verdadero valor de las transacciones comerciales) se realicen gradualmente acompañando la inflación y no abruptamente a través de una devaluación.

La devaluación es un salto tan repentino que los resultados son devastadores para la población asalariada y para la actividad comercial e industrial.

Si está comprobado que la economía se paraliza en épocas normales, ni hace falta explicar lo que sucedería en una administración post pandemia.

En cambio, con la depreciación, la economía de a poco se va adaptando a los vaivenes del mercado, lo que permite hacer modificaciones sobre la marcha.

La crisis que dejará el coronavirus será demoledora pero soportable, ya que la idea es permitir que el peso pierda lentamente su valor acorde a la inflación.

En ese ínterin se tomarán las medidas paliativas que aplicarán a su vez todos los países del mundo, ya que el déficit será global.

¿Por qué Argentina podrá hacer frente a las presiones cuasi golpistas del mercado?

Porque tiene con qué.

Los países devalúan cuando se quedan de golpe sin dólares por tres razones:

Cuando deben pagar una abultada deuda externa.

Cuando importan más de lo que exportan.

Cuando no hay regulaciones que impidan que la gente ahorre exclusivamente en moneda extranjera.

Esto hoy no pasa en la Argentina.

Pago urgente de deuda externa no se tiene ya que se reestructuró e incluso se ahorró de pagar 40.000 millones de dólares.

Con respecto a la balanza comercial, es decir la diferencia entre lo que se exporta de lo que se importa, los argentinos tenemos un superávit de 12.000 millones de dólares a nuestro favor.

Y tercero, el gobierno optó por aplicar controles de capital ya que no cualquiera puede ir a comprar dólares. Al controlar las reservas se puede manejar las turbulencias del mercado cambiario, además del ingreso de divisas por el superávit comercial.

Asimismo, se evita que las empresas, en vez de refinanciar sus deudas en dólares las amorticen accediendo al banco central y vaciándolo de divisas.

UN MERCADO NERVIOSO CON VIEJAS RECETAS

Hay una realidad que es indiscutible, ya que existe una gran brecha entre el dólar oficial, el contado con liquidación y el paralelo.

Pero para el gobierno, la exagerada brecha entre el oficial y el blue es tan ficticia como lo fueron las innecesarias devaluaciones de la era Macri; por ese motivo se ha bloqueado la posibilidad de ir a comprar al mercado oficial.

Es el dólar oficial el que impacta en realidad en la economía y en los precios, ya que dichos precios se mueven sí o sí en base al dólar oficial y la inflación es paralela al dólar oficial.

Aquí entran a jugar las ciencias sociales: la brecha genera ansiedad y expectativas de que el dólar oficial se dispare hacia arriba. Pero la seguridad que brinda el gobierno al tener con que hacerle frente luchará por evitarlo.

La devaluación llevaría como siempre a una inflación galopante y el poder adquisitivo de la gente se verá reducido. Las empresas producirán menos y la crisis volverá.

Por lo tanto no se va a devaluar aunque el círculo rojo presione a través de sus voceros del establishment.

EL DÓLAR OFICIAL ES EL ANCLA DE LOS PRECIOS

El único dólar que preocupa al gobierno es la brecha entre el dólar oficial y el contado con  liquidación, ya que es el que se utiliza para transacciones financieras.

Por ejemplo: En 2016 comenzaron a entrar capitales en dólares para especular y así obtener por estos medios intereses descomunales a corto plazo. Las Lebacs, entre otras, daban mucho interés. Traían dólares, cambiaban por pesos e invertían en Lebacs, luego se pasaban los intereses a dólar y se lo llevaban afuera.  Era la famosa bicicleta financiera.

En 2018 se dejó de tener confianza en el modelo económico, los capitales se fueron y se tuvo que devaluar.

Actualmente, el c.c.l. permite que haya un goteo de 30 millones dólares por día, pero no es relevante ya que no hay pérdidas de reservas, aunque esto genera expectativas a las empresas.

Para evitar la brecha del dólar oficial con el c.c.l., el gobierno asegura que no se va a devaluar.

La economía funciona en recuperación lenta. Las importaciones se pagan al dólar oficial y esta será siempre el ancla para los precios.

En este sentido, también hay diálogo fluido con el campo para incentivarlo a que de una vez por todas liquide sus cosechas dado que aún especula con que una devaluación suba el precio de sus commodities.

El presupuesto piensa un dólar de $102,40 para el año que viene y una inflación del 30 % anual.

Su aprobación dependerá de una oposición parlamentaria que aún no se resigna a que ya no tiene el poder y ante esto prefiere que gobiernen los poderes fácticos.

LA GRIETA

Puede ser que exista una grieta.

Pero debemos darnos cuenta que de un lado estamos los trabajadores, los comerciantes, los pequeños y medianos empresarios, los agricultores y pequeños chacareros, los empleados administrativos y todo lo que mueve la economía de un país.

A todos, si hay una devaluación, nos destruye la posibilidad de sobrevivir a la pandemia por más esfuerzo y voluntad que le pongamos.

Del otro lado de la grieta están los poderes concentrados, los dueños de grandes extensiones agrícola-ganaderas, las cerealeras nacionales y transnacionales, los grandes medios de comunicación, el círculo rojo y por supuesto el poder faraónico del mercado.

A ellos, la devaluación les implica cuadruplicar sus riquezas, las que muchas veces ni siquiera se quedan en nuestro país, sino que van a parar a paraísos fiscales.

A nosotros, el pueblo, la pobreza y la miseria.

Hoy tenemos la posibilidad de unirnos todos los argentinos para defender uno de los valores más importantes que tiene el ser humano para sobrevivir: el sustento básico, la base material sobre la que construiremos nuestro desarrollo humano y el de nuestros hijos.

Si estamos de acuerdo, podemos intentar borrar definitivamente del diccionario la palabra “grieta”, un vocablo que inventó un gran periodista argentino cuyo ego jamás imaginó que sería el emblema de la intolerancia, del odio y del rencor.

Alejandro Lamaisón

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