LO ÉPICO EN LA SATISFACCIÓN DEL DESEO

EN ESTILO ABSTRACTO SURREALISTA, LA OBRA DE JOAQUIN AROSA TRAPOTE REPRESENTA LA ÉPICA, ELEMENTO ESENCIAL SI SE QUIERE CAMBIAR LA REALIDAD.
ÍNDICE DEL ARTÍCULO
UN MENSAJE ÉPICO PARA ENAMORAR
Teniendo en cuenta que Argentina es un país presidencialista, resulta evidente que desde el poder político no sería tan difícil transmitir un mensaje épico, principalmente en estos momentos en los que es necesario superar la derrota sufrida en las PASO.
Si bien para algunos analistas políticos las elecciones no las ganó la oposición, sino que las perdió el mismo gobierno hacía dentro de sus propias filas, el pueblo peronista continúa demandando algún tipo de acción de fondo que revitalice el extenuado apoyo a la gestión de Alberto Fernández e incluso a retomar el ánimo de ir a votar.
Cabe agregar que muchos periodistas y ensayistas del palo manifiestan su preocupación de que este peronismo se transforme en una alternancia entre la centro derecha y la centro izquierda, nada más que en función de la apropiación del poder para que el verdadero Poder Fáctico no pierda ni un centésimo de su supremacía.
Dichos pensadores concuerdan en que no hay combate en este gobierno. Ni siquiera hay una narrativa de combate que alimente la épica necesaria para enamorar a un electorado que demanda acción y aspira a retomar una vida normal, deteriorada por las dos pandemias.
El problema es que dicha pasividad expulsa a los jóvenes que quieren intervenir en política, que quieren la acción que este gobierno no les brinda y que terminan buscando otros espacios que si les promete alcanzar a través de la lucha el imaginario deseado.
Aquí es donde entra a ocupar ese espacio vacante la derecha fascistoide de Milei, que con su discurso de libertad absoluta y de poner toda la sociedad patas para arriba atrae a miles de jóvenes que demandan más acción y menos cháchara.
Cuando uno construye una épica cimienta un espacio de lucha por ideales superiores, un proyecto de acción superadora de lo instituido y en estos momentos no se ve a nadie convocando a un nivel superior, creando una dialéctica que se oponga al orden establecido que dictan los poderes fácticos y el establishment.
Néstor Kirchner ejerció el poder usando todos los elementos que le brindaba la democracia, incluso la violencia legítima para ganar en las disputas políticas, sociales y económicas frente al poder concentrado, ganando cada vez más reputación (y odio) ante sus contrincantes.
Inventó un estilo épico al empatizar con el sufrimiento de los trabajadores, con el dolor de las madres y abuelas y con las luchas sociales de sus colegas latinoamericanos, desde Evo, Lula, Chávez, transformándolo todo en una “praxis” de la militancia y de las políticas públicas.
Bajo el precepto peronista de que “mejor que decir es hacer” desde el primer día se propuso satisfacer los deseos de una sociedad que demandaba la atención de un Estado menguado por una década de políticas neoliberales que siempre llenaban su copa pero nunca derramaban nada.
Hoy en día, el gobierno actual ha hecho y hace mucho, como por ejemplo la campaña de vacunación y la negociación con el FMI, pero no se puede hacer política inventariando lo realizado ya que esto es naturalizado por la sociedad, diluyendo su potencia transformadora.
En tal sentido, lo que hace falta es un proyecto hacia el futuro, pues las campañas políticas siempre son propuestas, promesas que pueden cumplirse o no, pero nunca mirar hacia atrás para explicar lo realizado.
La mejor campaña política es aquella que propone un cambio que la sociedad está deseando -trabajar sobre el deseo-, pero siempre el de las mayorías y no solamente el del establishment como parecería preponderar en el gobierno actual.
LO ÉPICO DE LA VOLUNTAD DE PODER
Precisamente, el presidente Alberto Fernández barajó un discurso épico al proponer un cúmulo de acciones que se pudieron utilizar al principio de su gestión pero que enigmáticamente no se implementaron en su tiempo, aunque aún sería posible aplicarlas si existiera a voluntad política, o sea la verdadera voluntad de poder.
El 98 por ciento de los peronistas hubiesen deseado la expropiación de Vicentin.
Todo el arco peronista y gran parte de los argentinos hubiesen deseado la estatización de la Hidrovía.
Gran parte de la sociedad hubiese apoyado el juicio político a los miembros de la Corte Suprema de Justicia.
Todos estos estos deseos fueron reprimidos por el gobierno sin siquiera intentar algún tipo de acción, ejercitando un estéril exceso de republicanismo que sólo satisfizo el deseo insaciable de los poderes fácticos.
Las consecuencias son obvias: la grey peronista termina sintiéndose como un matrimonio asimétrico en el amor, en el que la esposa entrega todo a su marido –el gobierno- mientras que éste le devuelve una pequeña cuota de ese amor, pues la mayor parte se la da a su amante –el establishment- a quien sí quiere satisfacer en su plenitud.
Alejandro Lamaisón