MIRAR A EEUU DESDE EL PATIO TRASERO

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PATIO TRASERO
En 2012, en una reunión realizada en EEUU en el hotel Marriot de Atlanta, el ex presidente de Uruguay Luis Alberto Lacalle dijo que “ya que no podemos ganar las elecciones a estos comunistas, comparto con los presentes la acción en dos pasos: primero iniciar una campaña de descrédito contra los presidentes de orientación izquierdista o progresista para ir minando su liderazgo. Para ello contamos con los medios de comunicación. Segundo: Transformar las maniobras mediáticas en procesos judiciales que terminarán con los mandatos presidenciales sin que para ello hubiera que recurrir al voto popular. Para ello contamos con el poder judicial de cada país.”
¿Por qué razón la “Patria Grande” no pudo conformarse nunca?
Simplemente porque después de la segunda guerra mundial, en la conferencia de Yalta, las potencias ganadoras (EEUU, Unión Soviética e imperio Británico) se plantearon de modo tácito que EEUU controlaría américa latina como una colonia o un “patio trasero” y evitaría el desarrollo autónomo de Sud América.
El primer paso fue crear una dependencia económica- financiera a través del FMI. El segundo, lograr tener injerencia institucional explícita en las políticas internas y en sus sistemas políticos a través de la OEA. El tercero: Evitar su desarrollo de estrategias de defensa autónoma a través del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca).
Estas tres herramientas financieras, política y militar fueron las que lograron la subordinación de los países que ellos consideran parte de su territorio de influencia y la continuación de la “doctrina Monroe” iniciada en el siglo XIX.
UN POCO DE HISTORIA
Para enfrentar esta fase imperial de EEUU surgen los primeros movimientos de luchas populares latinoamericanos a fines de los 40 conducidos por Juan Domingo Perón en Argentina, Jorge Eliécer Gaitán en Colombia (asesinado el 9 de abril de 1948 por lo que generó el Bogotazo), Getulio Vargas en Brasil y otros líderes cuyos gobiernos fueron apagado a sangre y fuego por todas las dictaduras coordinadas en américa latina en la década del 50.
Tal es así que en Argentina desde el 55 al 73 no hubo democracia plena, dado que el peronismo estaba proscripto (incluso era delito nombrarlo) y en Brasil se dio la dictadura más larga del continente.
Pasada la época de las dictaduras militares, siendo Chile el teatro de operaciones que derrocó al gobierno socialista de Allende para empollar el huevo de la serpiente neoliberal, la recolonización de América latina continuó silenciosamente, pero con firmeza.
El nuevo siglo trajo aparejado un resurgir del movimiento popular. Este se inicia con el surgimiento del partido socialista unificado de Venezuela comandado por Chávez y aquí comienza la segunda ola del movimiento popular latinoamericano: Lula, Chávez y Kirchner planteando un escenario de unificación y no subordinación a EEUU a fines del 2005. No al Alca “al carajo”.
Es el principio de una nueva fase de colonización, ya no vinculada a los golpes de estado difíciles de justificar en términos internacionales, sino a la utilización de ideas emanadas de universidades de derecho norteamericanas, estrategia creada por Barak Obama y su canciller Hillary Clinton bajo el nombre de “Law Fare”.
CUANDO LAS TOGAS REEMPLAZAN A LOS TANQUES
Esta maniobra de EEUU diseñada para perseguir a dirigentes populares, inventar causas judiciales fraudulentas e impedir que las fuerzas políticas populares puedan participar en igualdad de condiciones democráticas para recuperar el gobierno, logran su cometido:
Lula preso, el kirchnerismo perseguido judicialmente, Zelaya destituido, Glass preso, Sendic (vicepresidente de Uruguay) tiene que renunciar, Maduro demonizado hasta el desvarío, Correa perseguido, Evo cargando un hijo inventado, Dilma destituida, etc.
En este contexto, todo parece ir viento en popa al haber logrado implantar nuevamente la dominación a través del control ideológico de jueces, políticos, medios de comunicación, el financiamiento a través de las ONG y el establecimiento de bases militares en lugares estratégicos.
Todo se da a pedir de boca hasta que el Frente de Todos gana inesperadamente en 2019 y comienza la tercera ola del movimiento popular latinoamericano.
UN HÁLITO DE ESPERANZA
Nuevos vientos parecen surgir en este presente pandémico, cuyas derivaciones se van consolidando con las movilizaciones chilenas y su consecuente reforma de la constitución pinochetista, con el desarme en Brasil del law fare permitiendo que Lula vuelva a ser candidato a presidente. También es significativa la derrota del golpe de estado de Bolivia y el triunfo de MAS con Luis Arce a la cabeza, mientras que se consolida el gobierno de Venezuela a pesar de todas las asechanzas y bloqueos.
Además, el Covid comenzó a poner en tela de juicio al neoliberalismo al discutir el modelo chileno donde no existen los derechos sociales ni el acceso a la salud si no se paga, motivo por el cual el Estado tuvo que dejar de lado la ortodoxia liberal y asumir su rol indelegable.
También se consolida el progresismo con el triunfo en Perú de un maestro rural de Cajamarca, sin tener siquiera formación académica y por último, la resolución de rechazo al embargo a Cuba obtuvo esta vez 184 votos a favor, dos en contra (Estados Unidos e Israel) y tres abstenciones (Colombia, Brasil y Ucrania).
En definitiva, hay cierta esperanza de que el proyecto Mercosur- Unasur resurja de la devastación producida por la ola neoliberal, propensa a la especulación financiera y a la fuga de capitales, pero principalmente servil a los intereses norteamericanos.
Pero lamentablemente, mientras algunos países de Latinoamérica y el Caribe no implementen una política de permanente movilización y unidad de las masas populares como sostén del proyecto de descolonización, seguiremos eternamente siendo el patio trasero de EEUU, hasta que sólo nos quede un desolado baldío silente víctima del despojo indiscriminado del capitalismo transnacional.
Alejandro Lamaisón