Sólo por un breve momento de la historia nacional ni el periodismo hegemónico ni el law fare pudieron revertir con su violencia simbólica que millones de argentinos fuéramos tan felices como lo fuimos hace treinta y seis años.

DESDE EL MOMENTO EN QUE LA VIOLENCIA DESTRUYE AL DERECHO, QUEDA ELLA TAMBIÉN SITUADA ANTE LA LEY, CREANDO UN NUEVO SENTIDO NORMATIVO.

EL MOMENTO DE LA ALEGRÍA

Sólo por un breve momento de la historia nacional ni el periodismo hegemónico ni el law fare pudieron revertir con su violencia simbólica que millones de argentinos fuéramos tan felices como lo fuimos hace treinta y seis años.

El triunfo de la selección logró perforar la tendencia tanática con la que el neofascismo ultraliberal, a través de sus dispositivos  generadores de subjetividades tales cómo los medios monopólicos intentan sumir a la población en el desprecio por los emprendimientos colectivos.

Es precisamente este equipo de campeones del mundo quienes demostraron que, a través del logro del esfuerzo compartido por un colectivo popular, talento de por medio, puede hacerse brotar la alegría y la argentinidad de un pueblo acostumbrado a obedecer ese deseo de aniquilación permanente.    

Aun así, en medio de ese momento de fervor nacional que suele perdurar semanas, la corte suprema de justicia se las ingenió para aplicar esa violencia impúdica que ejercen los poderosos arrebatándole el 2,95 por ciento del volumen de impuestos coparticipables al gobierno para que la derecha pueda solventar su campaña 2023.

Nuevamente un poder judicial corrupto y cipayo hace que la mayoría de los argentinos paguen los costosos gastos de una campaña política de la misma manera que Macri bancó la suya utilizando parte del colosal préstamo del FMI, uno de los más voluminosos de la  historia mundial.

La lógica de la corte,  sin fundar el modo por el cual construye dicho monto, decide otorgar a la ciudad más rica de la Argentina más de 180 mil millones de pesos adicionales a los que ya percibe, lo que implica un nuevo desafío a un poder ejecutivo que no sólo respeta la ley hasta el paroxismo, sino que también le teme. 

Martín Granovsky, en su columna de Página 12, revela este accionar cuando dice que “…ese temor quedó expuesto desde un principio cuando el Gobierno no hizo ningún movimiento para cambiar la Corte (ampliándola, por ejemplo) ni dar una señal de fortaleza política a la Justicia federal.

Néstor Kirchner tardó menos de 15 días entre que asumió y el momento en que convocó al Congreso, como expresión del pueblo, para hacerle juicio político a la Corte de la mayoría automática menemista…En cambio el Presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ni siquiera lograron ponerse de acuerdo, al principio de la gestión, cuando todavía dialogaban, sobre quién debía reemplazar al procurador interino Eduardo Casal”.

Como hombre de derecho, Alberto Fernández  sabe bien que no se trata de violar la independencia de poderes, sino de saber cuándo es el momento de actuar con éxito, dado que los primeros cien días son insoslayables para la acción colectiva (apoyo del pueblo y de los gremios).

¿No se pudo o no se quiso cambiar?

En realidad nunca se pensó enfrentar al poder real, sino en dialogar y respetar a rajatabla la Ley. No a  la expropiación de Vicentin, no a reactivar la Ley de Medios por orden de Clarín, no a tocar a los monopolios,  no a estatizar la Hidrovía, no a indultar a Milagro Sala; tres años de diálogo inconducente con un establishment destituyente sin escuchar la voz de los propios, como quien se confunde de enemigo.

EL MOMENTO FINAL

El haber jugado al empate durante estos tres años hizo que el momento iniciático más valioso para lograr alianzas y realizar alguna transformación estructural pasara con la misma rapidez que pasó la pandemia, nobleza obliga, uno de los mayores logros de este gobierno.

Mientras tanto, una corte a la medida de Magnetto y los poderes concentrados continúa aplicando todo el poder que le otorga una Constitución pasible de reformas en detrimento de la mayoría de los habitantes de las provincias, pero principalmente, del propio federalismo.

Esta decisión permite  extraer la sugerente indicación de Jacques Derrida según la cual la violencia que destruye derecho queda ella también situada ante la ley: toda revolución enfrenta el momento de Creación ya no sólo de un nuevo derecho, sino también de un nuevo sistema de interpretación retroactiva que proporcionará sentido normativo a esa destrucción.

Existe dentro de la línea del Frente de Todos la posibilidad de reactivar ese emprendimiento nacional y colectivo proveniente de todos los gobernadores de las provincias, invitando a sumarse también a los de la oposición, para rechazar la media cautelar de la Corte que aumentó los fondos destinados a CABA en desmedro de las provincias.

Este es el momento preciso, dado que si el gobierno no actúa ya, la pesadilla kafkiana “Ante la ley” se hará realidad con el consiguiente deterioro jurídico que afectará a todos los argentinos.  

Un hombre espera toda su vida para ingresar a la sala de la Ley, pero teme pasar por encima del centinela. Los años pasan y el hombre observa que es el único que pretende entrar, aunque no se atreve a enfrentar al guardia ni exigirle que lo deje ingresar. Ya extremadamente viejo y a punto de morir, el hombre le dice al guardia: -Todos se esfuerzan por llegar a la Ley; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?

El guardián comprende que el hombre está moribundo, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:

-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.

Alejandro Lamaisón

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