Si hasta la década del 70, Argentina aún conservaba la característica de país en vías de desarrollo y un aparato productivo relevante en comparación con las grandes potencias mundiales, fueron las sucesivas políticas neoliberales las que pulverizaron definitivamente ese progreso. 

ARGENTINA LLORA POR LAS URNAS CUANDO LOS CIUDADANOS VOTAMOS EL INTERÉS PARTICULAR DE LAS GRANDES CORPORACIONES TRANSNACIONALES COMO SI FUESE EL NUESTRO PROPIO.

ARGENTINA POTENCIA

Si hasta la década del 70, Argentina aún conservaba la característica de país en vías de desarrollo y un aparato productivo relevante en comparación con las grandes potencias mundiales, fueron las sucesivas políticas neoliberales las que pulverizaron definitivamente ese progreso. 

¿Cuáles fueron las causas que nos llevaron a transformarnos prácticamente en una economía primaria?; ¿Quiénes fueron y son los verdaderos causantes de la destrucción del aparato productivo y la deuda externa monumental que nos condicionará de por vida?

Sabemos que esta deliberada involución surge durante la dictadura cívico- militar al imponerse un modelo económico de disciplinamiento social basado en la acumulación y la especulación rentístico- financiera, orientada a destruir la producción nacional.

También sabemos que, a diferencia de Brasil, que se endeudó para completar su proceso de industrialización, Argentina lo hizo para la solventar la especulación, la fuga de capitales y la demanda de consumo de importados en reemplazo de la industria nacional, favoreciendo a las élites agrarias y los grandes grupos económicos y financieros.

Podría decirse que, bajo una brutal represión militar, el pueblo tuvo que soportar que se reprimarizara la economía y se cerraran miles de empresas sin chistar, ya que de hacerlo se corría el riesgo de engrosar el ejército de desapariciones forzadas que durante siete años se llevó a cabo de manera sistemática.

También en la década de los noventa, un presidente que traicionó a quienes lo votaron llevó al extremo la brutalidad económica friedmaniana de reducir el Estado a su mínima expresión, privatizando todo lo que se podía privatizar.

Sin embargo, en el sigo XXI algo cambió.

Ya no hubo que reprimir ni engañar a un electorado que, a pesar de haber tenido uno de los ingresos per cápita más altos de Latinoamérica y un gobierno que había saldado la opresiva deuda externa, increíblemente quiso retornar al sistema económico de los años de plomo: un gobierno de tinte neoliberal manejado no por políticos, sino por los mismo patrones y empresarios que se enriquecieron durante las dictaduras.    

¿QUIEN SOMETE A LA ARGENTINA?

Hoy, en una Argentina de elecciones de medio término, somos nosotros mismos, los ciudadanos libres, quienes elegimos regalar al mejor postor lo poco que nos queda de nuestro patrimonio económico y cultural.

En esta anomalía histórica en la que los argentinos volvemos a elegir en las urnas a los mismos personajes que hipotecaron nuestro futuro, también dejamos expuesto el odio a los candidatos de la única fuerza política que siempre luchó por la independencia y la autonomía regional.

A pesar del estancamiento del PIB, la desindustrialización, el alto nivel de endeudamiento externo, la alta remisión de utilidades y la persistente y elevada fuga de capitales que dejó la derecha liberal, los argentinos insistimos en darles una nueva oportunidad.

En una incoherencia reflexiva y moral de características inauditas, a través del voto añoramos con nostalgia las políticas neoliberales que a partir del cambio de gobierno a fines de 2015 sólo reforzaron los lazos de dependencia, especialmente en sus aspectos más financieros.

En tal sentido, podemos deducir que nuestra sumisión ya no es solamente económica, sino cultural, en la cual una burguesía doméstica carente de visión desarrollista, baja línea a una sociedad que, sumergida en la anomia social, transita entre el odio y las necesidades básicas insatisfechas.

LA ARGENTINA QUE NO FUE

Será sumamente dificultoso que Argentina vuelva a reponerse si es entregada nuevamente por sus propios ciudadanos a un gobierno neoliberal, de derecha o a los mal llamados “libertarios”.

No sólo quedarán definitivamente sepultados los derechos laborales y sociales acumulados durante más de medio siglo, sino que las pocas inversiones que registre la economía argentina estarán fundamentalmente destinadas a sectores rentísticos o serán entregadas definitivamente a manos extranjeras.

Más allá de las diferencias políticas, sociales y económicas de cada país, aquellos que han logrado torcer su “destino natural manifiesto” en el marco del llamado capitalismo global, lo han hecho a partir de una activa planificación estatal, que impugna las teorías librecambistas predominantes.

Difícilmente se logrará en Argentina, con una sociedad que reproduce las formas de acumulación del poder hegemónico, banalizando la palabra “soberanía” a través de un voto encolerizado y dejando su suerte librada al ignominioso reinado del mercado.  

Alejandro Lamaisón

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