La estupidez de los antimascarillas y anticuarentena

CUANDO LA ESTUPIDEZ PONE EN RIESGO LA SALUD

El profesor de historia del pensamiento económico Carlo María Cipolla descubrió que hay una fuerza humana más enérgica que las grandes corporaciones, más poderosa que los estados más robustos, más audaz que las redes criminales más sofisticadas. Esa fuerza es la de la estupidez humana.

Las nuevas disposiciones restrictivas para detener el contagio exponencial de Covid 19 han reactivado tanto en la oposición política como en los medios hegemónicos toda una parafernalia de argumentos estúpidos para destituir al gobierno y convencer a la sociedad de que la estupidez de rechazar todas las medidas sanitarias que se tomen pueden ser positivas.

En concreto, el pernicioso aumento de la presencia de malvados estúpidos en puestos de responsabilidad y el aumento de incautos estúpidos entre quienes los eligen o les creen pueden llevarnos a la extinción como raza humana. El poder, para el estúpido, funciona como un catalizador en una reacción química.

A tal punto es una ley que puede ser demostrada en un eje cartesiano:

En el primer cuadrante (inteligente) me beneficio yo y beneficio a los demás.

En el segundo cuadrante (incauto) beneficio a los demás pero me perjudico yo  mismo.

En el tercer cuadrante (estúpido por excelencia) me perjudico yo y a todos los demás.

En el cuarto cuadrante yo me beneficio abusando de los estúpidos.

 

Ateniéndonos a esta segmentación de comportamientos, no hay duda en cuanto a dónde situaríamos a los “negacionistas” de la COVID-19 que vimos el año pasado protestar en contra de la “Infectadura”. Su ausencia de protecciones sanitarias mínimas mientras gritaban, así como sus efusivos abrazos y besos, iban dirigidos directamente a su propio perjuicio, a la vez que perjudicaban a toda la sociedad al crear la situación ideal para que el virus se difundiera.

También se ubicarían en esta categoría los que votan en contra de sus propios intereses o necesidades y a los que concurren a fiestas clandestinas sin ningún protocolo.

A ellos los ubicamos en el tercer cuadrante a la izquierda.

Por último, Cipolla sostiene que éstos, los estúpidos, son más peligrosos que los malvados, porque su ausencia de método y su actuación, siempre improvisada y errática, irremediablemente desconciertan al inteligente.

Por muchas neuronas que una persona inteligente tenga, nunca acaba de asimilar que la razón (su herramienta de trabajo) brilla por su ausencia en el estúpido.

Alejandro Lamaisón

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