PERÓN Y EL DÍA DE LA LEALTAD

EL 17 DE OCTUBRE REPRESENTA AQUEL DÍA EN EL QUE EL PUEBLO SE DESPOJÓ DE SU YO PARA TRANSFORMARSE EN EL SUJETO ACTIVO DE LA REVOLUCIÓN PERONISTA.
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SÓLO PERÓN LOS VEÍA
Para Robustiano Patrón Costas, presidente provisional del Senado de la Nación (1932-1943), el peor legado que dejaba Juan Domingo Perón era haberle enseñado a la clase trabajadora que podían mirar directamente a los ojos a sus patrones mientras le pedían un aumento de salario.
Perón supo ver lo que otros representantes de los partidos políticos tradicionales no veían: una incipiente clase obrera proveniente de migraciones internas que surgía de manera explosiva ante la demanda de mano de obra debido a la sustitución de importaciones.
Inglaterra, abastecedora de productos manufacturados, estaba en guerra y Argentina comenzaba, de la mano del GOU (Grupo de Oficiales Unidos), a desarrollar una industria mediana que requería la incorporación de miles de trabajadores.
Para los radicales, aquellos “cabecitas negras” que llegaban en patota para incorporarse al mercado laboral eran nada, apenas un “aluvión zoológico” que no pertenecía a la clase media.
Para el partido comunista de Victorio Codovilla, la ignorancia de esta clase obrera proveniente de los estratos más bajos de la sociedad, al no tener experiencia sindical ni educación para entender al marxismo, jamás servirían a los fines de una revolución.
Por último, para los militares, toda esta masa de trabajadores sólo era considerada desde el punto de vista de un patrón de estancia, es decir como mano de obra barata despojada de todo tipo de derechos.
Sólo Perón tuvo la astucia de captar a éste nuevo sujeto que se estaba formando en un momento dialéctico de la historia en el que las fuerzas de producción requerían una transformación urgente y sus protagonistas comenzaban una lucha que tendría como apoteosis el 17 de Octubre.
Fue así que Perón pidió al GOU que le cedieran la Secretaría de Trabajo y a partir de allí comenzó a relacionarse con este nuevo contingente de trabajadores, creando y ampliando sus derechos, escuchando sus quejas y resolviendo al instante sus problemas.
Poco a poco se gana a todos los gremios, incluso al de la carne que aún se resistía a la huelga por la sencilla razón que no paraba de mandar carne a la URSS debido a que Codovilla era pro comunista.
Perón aprovecha la secretaría para ejercer su política desde las bases, seduciendo al potencial electorado con un lenguaje diferente al de la oligarquía, siempre con una sonrisa seductora y canchera, suficiente para que los “condenados de la tierra” vieran en él al líder indiscutible de un proceso que duraría más de setenta años.
Ante esta síntesis evolutiva del nuevo sujeto peronista, las clases dominantes estallan de ira y a través de su brazo armado, el Ejército Argentino, se arresta a Perón y se lo traslada a la isla Martín García.
PERÓN Y SU “AYUDA AL DESTINO”
Toda revolución tiene su día mítico: Las masas salen a la calle sin ninguna conducción casi de manera espontánea para reclamar la liberación de su líder, por lo que Farrell hace traer a Perón y le dice que con un discurso los mande de nuevo a su casa.
Es aquí donde surge la famosa frase “De la casa al trabajo y del trabajo a casa”, pero sólo por esta única vez para mantener el orden ante semejante marea humana expuesta a cualquier tipo de represión.
Una vez que Perón se prepara para las elecciones presidenciales, el pueblo vuelve a recuperar las calles y su líder a dar aquellos discursos digno de un verdadero estadista, un pensador y orador como pocas veces se ha visto en la historia de las ideas políticas.
Pero ese día legendario de “patas en la fuente”, de una ciudad “europeizada” que palpitaba un miedo irracional ante la explosión de la marea humana que se acercaba para rescatar y proteger a su líder, es, sin duda, uno de los momento más bellos de la historia argentina.
Ese 17 de octubre encuentra a Perón en posesión de los medios espirituales e intelectuales necesarios para cumplir con la tarea que la Providencia puso en sus manos.
Según sus palabras “Así fue como un día me vi en una circunstancia que decidió mi destino…El país estaba sólo. Marcha a la deriva sin conducción y sin rumbo. Todo había sido entregado al extranjero. El pueblo sin justicia, oprimido y negado. Países extraños y fuerzas internacionales lo sometían a su dominio que no era muy distinto a la opresión colonial…Me di cuenta de que todo eso podía remediarse. Poco a poco advertí que yo era quien podía remediarlo. En ese momento el problema de mi país pasó a ser un problema de mi conciencia. Lo resolví decidiéndome por la revolución. Esa decisión fue mi ayuda al destino”
Alejandro Lamaisón