Desalojo a ocupantes de tierras

UNA JUSTICIA IMPLACABLE CON LOS MÁS DÉBILES Y DÉBIL CON EL PODER IMPLACABLE.

En tiempo récord para “los tiempos de la justicia” se desalojó mediante el uso de la fuerza pública el predio de Guernica, haciendo valer los principios de la Constitución Nacional en defensa de la propiedad privada.

Las tierras del Polígono de Tiro en el Alto Valle de General Roca fueron tomadas por varias familias en estado de vulnerabilidad total. En menos de un mes las autoridades del Ministerio Público Fiscal con un ejército de policías fuertemente amados, desalojaron el predio con una orden judicial y los ocupas que se resistieron fueron detenidos.

Unas 60 familias que vivían en el barrio Stone, del partido bonaerense de Escobar, comenzaron a ser desalojadas esta semana, luego de que un fuerte operativo policial rodeara el predio y los intimara a abandonar el lugar. Esta vez no se trató de una toma de tierras sino, según los vecinos, de una “estafa” mediante la compra de terrenos.

También, en un abrir y cerrar de ojos la justicia de Entre Ríos desalojó el campo propiedad de la familia Etchevehere ocupado por desarrolladores del proyecto Artigas, pese a la resistencia de su co- propietaria Dolores Etchevehere, quien había autorizado el asentamiento productivo.

Esta demostración de rectitud de la justicia en lo que respecta a hacer cumplir la ley a los que menos tienen, no se condice con la tolerancia y flexibilidad que demuestra cuando debe aplicársele a quienes están en el poder.

Los jueces suele ser muy valientes con las clases más vulneradas, pero sumamente benévolos y amables con funcionarios de esta añeja aristocracia llamada Poder Judicial.

¿Qué sucede cuanndo son los mismos integrantes de éste poder los que violan la Constitución?

Es aquí donde la nobleza judicial pierde sus blasones y tiembla de miedo al tener obligatoriamente que  aplicar la ley y dictar fallos que perjudican a su propio linaje, a su estirpe impoluta en apariencia pero plagada de vicios y corrupción.

En este sentido, en una sentencia de 4 votos a 1, la Corte Suprema dejó en claro que  ninguna designación por traslado de jueces puede ser definitiva y que Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi podrán quedarse en la estratégica Cámara Federal de Comodoro Py, donde el macrismo intentó llevarlos para siempre con ese mecanismo, hasta que termine el concurso para cubrir las vacantes, al que podrán postularse y rendir examen.

Mientras tanto, los jueces “ocupas”, que se asentaron en cargos de un modo ilegal, tomaron y tomarán decisiones válidas en casos muy graves, y debemos consolidarlos en bien de la Republica. En definitiva, los jueces en cuestión seguirán en sus puestos, hasta que se hagan los concursos, algún día.

Ellos pueden ocupar ilegalmente un puesto que no les corresponde y quedarse allí mientras sea necesario porque pertenecen al poder, mientras que “los nadies”, aquellos que no tienen ni siquiera en donde caerse muertos deben dejar inmediatamente el territorio ocupado.

Justicia injusta, pero no inocente.

Los jueces ocupas que están en cargos que deberían estar ocupados por sus propietarios deberán quedarse hasta que terminen de entrar a sus juzgados todas las causas que comprometen a Mauricio Macri.

Una vez que estos jueces “a la carta” fallen a favor del ex presidente, el Consejo de la Magistratura propondrá la terna que el presidente y el Senado aprobarán para su designación.

En estos meses o años que pasen, al igual que en los momentos de crisis, se producirán los hechos más aberrantes, como es el caso del fallo vergonzante de la Corte:

«El traslado de jueces ha sido ilegal, inválido, pero mantengamos esa ilegalidad hasta que podamos repararla, ¡cuando los mismos que no cumplen la regla institucional decidan cumplirla! No hay apuro».

Ser implacable con los débiles y contemplativo con el poder es la justicia que transitamos en estos oscuros tiempos de pandemia.

Si el Congreso no se pone las pilas y comienza a trabajar de manera urgente en la reforma judicial propuesta por Alberto Fernández, esta cobardía institucional de la Corte Suprema, afectada por la influencia de los poderes fácticos, terminará en un prevaricato sistémico.

Y ni la Constitución Nacional ni el Himno Nacional tendrán ya la épica que le dieron nuestros padres fundadores al tener que aceptar la derrota de que jamás oiremos el ruido de rotas cadenas ni veremos nunca en trono la  justicia sagrada de la noble igualdad.

Alejandro Lamaisón

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