LA PUNTA DEL ICEBERG

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ÍNDICE DEL ARTÍCULO
El periodismo nunca fue ni será objetivo.
Todos los medios “importantes” no son más que un sistema perfectamente consolidado de obediencia. Sin ir más lejos, las agencias de noticias de la cual se nutren estos medios no son neutrales. Si se observa en profundidad se puede apreciar que o bien están a favor de un sistema de gobierno nacionalista y popular con intervención estatal o bien a favor de un gobierno agroexportador, neoliberal con supresión casi absoluta del estado.
No existe el equilibrio comunicacional ni siquiera cuando este se aplica, porque basta sólo la presencia de un gobierno “flojo de papeles” para que la balanza siempre se incline hacia el lado del más fuerte, como una retroalimentación de favores dentro de las esferas del poder.
Por ende, ¿estamos condenados a vivir eternamente en el universo de la desinformación?
No.
Mucho se ha escrito y hablado de la manera en que los multimedios crean una agenda de temas y de que nosotros, los ciudadanos de a pie, los que consumimos esas noticias (a veces en mal estado) quedamos inmersos en un cúmulo de información tan desmesurado que es imposible estar informado absolutamente de nada. Y es aquí donde está la clave de la cuestión.
Lo interesante, lo que es realmente importante está muchas veces en lo que no se habla.
La posibilidad de utilizar lo único que nos queda para defendernos del bombardeo informativo y las fake news es solamente la independencia de criterio, esa capacidad intrínseca del ser humano para pensar con cabeza propia y ser libres.
Es precisamente esta habilidad la que perdemos día a día al ser reemplazada por la invasión sistemática de un pensamiento único, estandarizado y como siempre amigable con los intereses de las clases dominantes.
Todos somos Vicentin
Es común escuchar y ver en pancartas la frase “Todos somos el campo”, cuando pequeños chacareros y comerciantes salen a protestar para que el gobierno no aplique un impuesto a los grandes terratenientes mientras que estos especulan con la liquidación de divisas. También hemos visto y escuchado que “Todos somos Vicentin”, cuando empleados con un magro sueldo, en un Fiat Duna que se cae a pedazos, salen a protestar en contra de un gobierno expropiador y bolchevique para que los dueños de dicha empresa fuguen y laven el dinero que les fue otorgado por el Banco Nación.
Este “todos somos” es la muestra más impresionante del estado de alienación a lo que nos han llevado la propaganda sesgada del poder comunicacional. Estos manipuladores del sentido común han logrado cooptar al sujeto social para que defienda los intereses de las clases dominantes y corruptas como si fueran sus propios intereses. Hemos perdido la capacidad de darnos cuenta en que lugar de la pirámide social estamos ubicados, por ende, la posibilidad de empatizar con nuestros semejantes.
Precisamente, a los medios lo que les interesa no es informar, sino formar. Formar filas de adeptos a su causa, muchas veces sin entenderlas a fondo dado lo turbio de sus intereses, pero que los defiendan hasta el límite, como un soldado que, sin pensar, se lanza ciegamente a la batalla dispuesto a morir.
En la Argentina no hay hambre sino hambreados, no hay vulnerables, sino vulnerados en sus derechos, incluso hasta en el derecho a la información y no hay pobres, sino empobrecidos.
Cuando vemos quienes defienden a Vicentin nos damos cuenta al instante de que no son la clase social que se suponen que defienden, sino trabajadores comunes, muchos de ellos pobres, que salen en defensa de quien los empobrece. El pobre que protesta, en su estado de alienación no se asumen como tal y en su inconciencia de clase pasa a formar parte de un ejército con quien el poder enfrentará al gobierno que en verdad lo representa, aunque no se den cuenta, cosificando a esa masa que protesta sin saber por qué.
Ahora bien, la sociedad podría salir a manifestarse a favor del estado, la educación, el trabajo, la salud y todo lo relacionado a sus propios intereses en el mismo espacio público, pero en este caso los medios repudiarán constantemente en su discurso este tipo de manifestaciones. “Otro piquete de choriplaneros cortan el tránsito”, “Un paro de transporte impide la libertad de ir a trabajar”, serán los epítetos más comunes que los voceros mediáticos reproducirán día a día.
Por lo tanto, son los medios los que nos alejan de esos espacios en el que podemos reconocernos unos a otros, en el que podemos vernos como pares y luchando por los mismos intereses y necesidades.
Aquellos que gritan todos somos Vicentin gritan lo que el poder quiere que seamos.
Cerrar la Grieta
“El hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”, decía Sartre y es esto precisamente lo que no nos permiten asumir la responsabilidad de gritar a favor de nuestros derechos, de nuestras necesidades aniquiladas precisamente por la clase a quien defendemos.
Según la concepción marxista el estado de alienación de las clases oprimidas se debe a la “falsa conciencia” que sus integrantes tienen respecto a la visión del mundo dado que las mismas se contradicen con sus condiciones materiales de existencia. Son los mecanismos ideológicos los que ocultan al individuo cuáles son sus verdaderos intereses. En este sentido el neoliberalismo impone a través de los medios de comunicación las formas mentales de la clase dominante (el sentido común) haciéndolas pasar como si fueran de toda la sociedad.
Es por este motivo que deberíamos revalorizar lo que no se dice, lo oculto, aquel famosos iceberg freudiano que deja asomar un pedacito de terreno en la superficie modelada por el sentido común de los medios de comunicación, pero que debajo oculta un territorio inmenso de verdades que pocas veces salen a la luz. Es la conciencia de clase la que permitirá que la parte oculta del iceberg salga a la superficie y empodere definitivamente a las clases oprimidas.
Quizá sea ésta la única manera en que de una vez por todas logremos entre todos cerrar esa antigua herida que algún periodista llamó grieta, propiciada y estimulada para acrecentar el poder imperial de los medios de comunicación, pero nefasta y fatal para la paz y prosperidad de todos los argentinos.
Alejandro Lamaisón