UN PAÍS DISTÓPICO

PÓSTER FALSO DE LA CUENTA @ElEternautaOk EN LA QUE SE REPRESENTA UN BUENOS AIRES DISTÓPICO BASADO EN EL LIBRO "EL ETERNAUTA" DE ¨HECTOR GERMÁN OESTERHELD.
ÍNDICE DEL ARTÍCULO
PASADO Y PRESENTE DISTÓPICO
Estamos frente a un escenario distópico.
Vivimos en sociedades en donde las innovaciones envejecen antes de que las veamos, sin lugar para interpretar y valorar el sentido de las mismas, a la manera de un sombrío guion teatral que se agota raudamente tras bambalinas, porque el hombre ya representó todos sus papeles.
El capitalismo contemporáneo, el cambio climático, las extremas derechas que se convierten en opciones de masas, el papel de las tecnologías digitales sobre nosotros, el quiebre de los regímenes políticos tal cual lo conocimos, la endeblez de los sistemas democráticos y la brecha entre ricos y pobres como marco global saturan la percepción de la realidad.
En Argentina imaginamos a un Milei disertando frente a la Asamblea de las Naciones Unidas, con su oratoria limitada y sus recurrentes muletillas, en representación de uno de los países con mayor vastedad cultural y riqueza política de América Latina.
¿Qué sibilina ponzoña se ha esparcido en estos lares para que, infectados de embrutecimiento, resentimiento y violencia retórica, los argentinos hayamos encumbrado semejante adefesio?
Mordidos por un virulento rencor contra el mundo, nos hemos vuelto seres solitarios, habitantes de un universo binario, contaminados por el heroísmo fugaz de alguien que desde la clandestinidad puede convertirse por un instante en crítico político, insultando a cualquiera y sin consecuencias de ningún tipo.
Hubo una etapa de nuestra historia en la que la politización suponía la discusión de ideas, de argumentos en los que una potente tradición conservadora y liberal heredada de las grandes revoluciones europeas se enfrentaba en polémicos debates con los movimientos populares representados por las izquierdas, los progresismos y los verdaderos libertarios cooperativistas.
Lo distópico de estos tiempos, es que nos hemos transformado en espectadores indolentes, obligados a ver la atroz fragmentación de las identidades y de su licuamiento sin mover un solo dedo; somos testigos pasivos de un universo de individuos que ven el mundo a través del celular, creyendo ser el centro absoluto del sentido.
Este binarismo salvaje en que nos encontramos inmersos es la causa de la muerte de la argumentación, es la posverdad en donde no hay debate sobre la legitimidad y por ende nada se puede constatar porque el análisis científico y riguroso tiene el mismo valor que la opinión de cualquier perezoso intelectual.
LO DISTÓPICO Y LO REAL
En la oscuridad de la argumentación, Milei no parece más real que un sueño distópico, tan espantoso como admirable a la vez, blandiendo una motosierra sobre una sociedad frustrada, rota en su interior, con un nivel de resentimiento que la lleva a destruirse a sí misma con tal de encontrarle sentido a su precaria existencia.
Si de un día para el otro nos despertamos frente a un intento de magnicidio al cual se le da la misma importancia judicial y mediática que al divorcio de Tini y Rodrigo de Paul, o se homenajea a los genocidas de la dictadura en el Congreso de la Nación ante la mirada perpleja de las Madres, algo no está funcionando bien en este tiempo y espacio.
En la Psicología de Masas del Fascismo, Reich Wilhelm realiza un análisis agudo sobre una de las posibles causas de que cinco millones de alemanes despolitizados, pequeños campesinos, pequeña burguesía de comerciantes, obreros, etc. que ni siquiera votaban, se deslumbraran ante la personalidad de Hitler, votándolo en elecciones democráticas y transparentes.
Descubrió que esos sectores aparentemente despolitizados durante la república de Weimar, cargados de una representación latente, estaban atravesados por una interpelación ideológica que aún tenía fresca en su inconsciente la revolución rusa y no encontraban el conducto para bajarla a la realidad. Hitler les dio esa posibilidad.
En nuestro país, quien captó esa fuerza laboral y social fue el Peronismo, pero actualmente este movimiento de masas ha perdido la sensibilidad y la narrativa que lo caracterizó hasta principios del siglo XXI, por lo que el crecimiento de las extremas derechas es inversamente proporcional a la crisis de la narrativa del propio peronismo.
Por ende, no estaríamos en una distopía, sino en una crisis del relato.
LA ACPTACIÓN PASIVA DE LO DISTOPICO
En este plano distópico en el que nos han colocado las nuevas derechas, existe una peligrosa sobreactuación de entendimiento con el votante, de manera tal que en teoría deberíamos comprender siempre las causas que llevan a la gente a votar a Milei “porque el pueblo sabe lo que hace”, o porque “las sociedades no se suicidan”, etcétera.
Esta consideración para quienes con su voto borrarían de un plumazo los logros sociales y laborales de las clases populares, el Estado presente y el “Nunca Más” de la historia más sangrienta que se conoce ¿no tiene un límite?
No subestimar al pobre y al humilde porque eso es una mirada clasista e ilustrada sobre el voto popular, ¿implicaría aceptar el desembarco del fascismo a la Argentina?
En este sentido, lo que falla es la estrategia política del oficialismo en el proceso de captura de amplios sectores de la sociedad, dejando siempre un resquicio abierto para que entre el espantoso discurso reaccionario, homofóbico, racista y clasista de la derecha.
El problema surge cuando se pasa a la empatía y a aceptar que crezca el odio hacia la clase dirigente: “Los entiendo porque el salario no les alcanza, es comprensible porque los que gobiernan nunca piensan en ellos”.
¡Cuidado! Esto es lo mismo que comprender y empatizar con la mayoría que votó a Hitler porque la inflación se estaba llevando puesta a Alemania y con eso exonerar a los alemanes de culpa y cargo. Una cosa es la comprensión sociológica, económica y circunstancial, y otra cosa es la lectura de la condición humana.
DE LO DISTÓPICO A LO MITOLÓGICO
El desafío de resaltar las tradiciones sin repetir mitologías tiene que ver con la nueva campaña política inaugurada hace unas semanas por el gobernador Axel Kicillof, en la que recuperó la esencia del argumento interpelando a la sociedad y rompiendo con los mitos fundadores.
Además de valorar el triple rol de Massa en esta campaña agotadora, la estrategia de prometer reformas políticas y sociales sin recurrir a Perón, Evita, Néstor y Cristina ha contrarrestado el avance de la negación ultraderechista.
Ante la pérdida del argumento, Kicillof y Massa pueden construir un relato innovador, capaz de interpelar y ejecutar en la práctica las demandas de una sociedad cansada de escuchar viejos relatos. Si antes las identidades eran fuertes, hoy los hijos rechazan esas identidades, dado que las tradiciones utópicas se han vaciado de contenido.
Los argentinos hemos envejecido de la cabeza mucho más rápido que del cuerpo, lo que nos impide salir del confort ideológico en el que estamos inmersos.
Sabemos que esta ruptura es trabajosa y requiere coraje, pero una de las vitalidades de los movimientos emancipatorios fue amigarse con la contracultura y las vanguardias estéticas.
Los feminismos, las diversidades sexuales, los pueblos indígenas, el cambio climático, todos son argumentos válidos para convertirlos en un movimiento de ruptura.
Salvando las distancias, Milei ya lo hizo con “la casta política” o “la dolarización” y Kicillof con sus recursos innovadores de campaña.
Si bien puede haber un gorilismo de un 30 por ciento más los macristas, también existe un tercio fluctuante que no estaría dispuesto a incendiar su propia casa porque la ducha no le funciona.
A este sector es el que Unión por la Patria debe apuntar, para reemplazar la distopía individualista de los libertarios por una realidad colectiva y universal.
Alejandro Lamaisón