EL MIEDO A LA MUJER SIN MIEDO

Alegato y símbolo. La anémona roja que se rompe es la delicadeza violada. Así es el feminicidio y así su brutal homnipotencia
Ni se te ocurra regalar flores.
Ni dulces en engalanadas bomboneras con forma de corazón.
El 8 de marzo no puede ni debe ser un día de regalos, sino de recogimiento y reflexión, similar al del 24 de marzo, un otoñal y aplomado marzo pandémico en el que con apenas dos semanas de diferencia se conmemoran dos exterminios: uno ejecutado por el Estado, el otro por la violencia machista.
Sólo por esta vez, los hombres no regalemos, sólo escuchemos.
Escuchemos los corazones de todas las mujeres que laten al borde del colapso por el terror de morir bajo el puñal implacable de quienes otrora solían regalarles flores y bombones.
Escuchemos el grito de aquellas que piden socorro a un poder judicial en descomposición que deja pasar por alto todas las denuncias recibidas y luego acude a reconocer el cadáver de quienes solicitaron su ayuda como quien concurre a presenciar un morboso espectáculo de complicidades entre feminicidas y jueces.
El hombre es el nuevo asesino del siglo XXI, el hijo no reconocido de un relato machista construido sobre un montaje absolutamente ficticio basado en la estructura infranqueable del lenguaje, cuyo texto adolece de un fascismo implícito, una dependencia totalitaria del pensamiento binario que impide comprender los abundantes matices que existen entre los opuestos hombre- mujer.
En este devenir de los tiempos que corren, quienes proponen deconstruir ese relato endémico generan un sentimiento inconsciente de miedo social, temor a la diferencia y pánico a la diversidad.
Y es precisamente el hombre quien tiene miedo a aliarse al movimiento femenino porque estaría traicionando la lealtad de la cofradía masculina, de la corporación de los machos, del “no sea cosa que piensen que soy puto”.
El pensamiento binario no sólo establece mandatos absolutamente misóginos, sino que además impide al hombre disfrutar de la libertad que destila la sensibilidad del universo femenino, de la profundidad intelectual y espiritual que aporta la mujer al equilibrio natural de la vida.
El 8 de marzo es un día en el que se debe interpelar un poder construido en base un relato que apenas se sostiene en pie sobre las ruinas de una sociedad cuyas estructuras se tambalean tanto en su base material como en la superestructura ideológica, política y sociocultural.
Todos los hombres deberíamos comprender que nuestra masculinidad no es vulnerada por el empoderamiento de las mujeres, sino por el terrible flagelo de las desigualdades sociales y la precarización laboral. Ante la ausencia de potencia económica, el hombre ve en la violencia contra las mujeres la posibilidad de restaurar la posición dominante.
“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”, escribía Eduardo Galeano.
El 8 de marzo es el Día Internacional por los Derechos de la Mujer.
Propongo a todos los hombres argentinos que nos mantengamos al margen del recordatorio y en lo posible no digamos absolutamente nada al respecto.
Dejemos que nuestras compañeras de la vida hagan de su día una metáfora de la sororidad y con la magia de su alianza de amor y respeto inventen un mundo mejor y más bonito, quizá el imaginado por Rosa Luxemburgo, Eva Duarte, Rosa Parks, y por qué no el “Imagine”de John Lennon.
Sólo por esta vez, no regalemos. Ni siquiera hablemos.
Sólo limitémonos a escuchar.
Alejandro Lamaisón