VIGILAR-ME Y CASTIGAR-ME

LA SOCIOLOGÍA DE FOUCAULT Y LA DISTOPÍA DE ORWELL UNIDAS POR EL DESARROLLO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS.
ÍNDICE DEL ARTÍCULO
UN OJO EN EL CIELO
En la década del 70, Michel Foucault publicaba Vigilar y Castigar, obra que a través de un estudio del derecho penal, y concretamente del régimen penitenciario del siglo XVIII hasta el siglo XIX, describe la presencia de las relaciones de poder, las tecnologías de control, y la microfísica de ese poder presente en nuestra sociedad.
Para el pensador francés la modernidad se caracteriza por la vigilancia y el control, plasmada en la escuela, los hospitales, las fábricas y la prisión con el objetivo de mitigar la diversidad y modelar individuos aptos para la producción.
Para ello debió organizarse un orden social basado en la vigilancia permanente de los sujetos para controlarlos.
De esta manera el individuo se convierte en objeto permanente de atención de los médicos, psiquiatras y en ocasiones de criminólogos para extraerle información sobre su organismo, su mente o de sus posibles desviaciones de conducta.
La burocracia se encargará de mantenerlo bajo un escrutinio constante a fin de realizar un recuento minucioso de sus actividades vitales.
El poder coercitivo de la sociedad moderna es hacer visible al sujeto y que sus actos nunca pasen desapercibidos.
AUTOCONTROL
Para que esta sociedad disciplinaria funcione, el individuo debe sentirse siempre observado y con miedo constante a que los vigilantes tengan conocimiento de sus actos.
Este estado de visibilidad continua es la que lleva a las personas a ejercer el autocontrol, es decir aplicarse sobre sí mismo las pautas de disciplina diseñadas para docilizarlo.
El saberse observado hace que se inscriba sobre sí mismo la relación de poder en la cual juega simultáneamente los dos papeles: se convierte en el principio de su propio sometimiento.
Precisamente el panóptico de Bentham fue la fuente en la que se inspiró Foucault para explicar una sociedad en la que la visibilización del individuo se revela como la más eficaz herramienta de coerción social, es decir una cárcel circular en el que los presos siempre son observados por el guardia oculto en una torre central de vigilancia.
PANÓPTICO 4.0
Actualmente, el desarrollo de las redes digitales de comunicación está inaugurando la forma más perfecta y acabada de panoptismo.
Nunca antes cómo hasta ahora había sido posible obtener tanta y tan precisa información sobre cada uno de nosotros y estar tan expuestos al conocimiento público. Incluso el aislamiento social motivado por la pandemia sirvió para consolidar la vigilancia a través de un férreo control digital sobre toda la sociedad.
En tal sentido, un cúmulo de aplicaciones tecnológicas tales como los sistemas de geoposicionamiento para detectar nuestra ubicación hasta las herramientas digitales que almacenan toda nuestra actividad en Internet, pasando por todos los archivos de información personal alojados en la web, ofrecen información a raudal que permite reconstruir los aspectos más variados de nuestra vida privada.
Sumado a esto, la hiperconectividad en la que nos encontramos dado la expansión de las redes digitales ha generado un nuevo modelo de vigilancia más descentralizado y más difuso, lo que aumenta su efectividad controladora.
Las redes y los dispositivos móviles permiten que cualquier persona exponga en público información privada de otra persona y la ponga a disposición de los usuarios de la red.
De esta manera todos nos convertimos en individuos vigilantes y sujetos observados, en informantes y espías de la vida de los otros, pero espiados y siempre expuestos a la mirada ajena.
1984
Los nuevos dispositivos digitales ponen en evidencia el alcance infinito de los nuevos aparatos de vigilancia colectiva, dado que el control centralizado sobre los comportamientos ha ido perdiendo protagonismo en beneficio de formas de supervisión multitudinaria
Si antes, nuestro prestigio dependía de la valuación de las instituciones formales, hoy depende exclusivamente de la visión que tiene los usuarios conectados de nosotros, de los comentarios recibidos sobre nuestras creaciones y nuestros actos y de las puntuaciones recibidas en las distintas redes sociales.
Para mantener nuestra reputación debemos estar siempre atentos, cualquier desliz puede arruinar nuestra imagen y manchar para siempre nuestra adaptabilidad al nuevo orden digital.
En este sentido se da la paradoja comunicacional de que Internet, una herramienta increíblemente eficaz para burlar las restricciones de los Estados totalitarios y permitir la libertad de expresión, está contribuyendo al perfeccionamiento de la sociedad disciplinaria revelada por Michel Foucault hace casi medio siglo.
La eficacia de este “panóptico digital” es que al otorgar el control de la reputación individual a sus usuarios, la Red ha impulsado la emergencia de un régimen de control social que funciona “desde abajo”, consolidando un sistema de vigilancia distribuida a la manera de una malla de contención de la que nadie puede evadirse.
Sin duda alguna, la pesadilla orwelliana plasmada en la novela “1984” que imaginaba un aterrador sistema en el que todos eran vigilados y en el que cualquier persona era susceptible de convertirse en informante desgraciadamente se ha hecho realidad.
Alejandro Lamaisón